sábado, 14 de enero de 2017

Vuelta a casa de una pieza

Improvisadores, llegamos al domingo último en Noruega. Pero no estéis tristes, pronto tendré algo más que contar.
Domingo 11 de diciembre del 2016
Esa mañana no me levanté la primera, ni a las 8 de la mañana. Que soy tonta, pero aprendo rápido. Así que cuando me desperté ya había movimiento por casa. Creo que en general estábamos todos bastante cansaditos, así que tardamos bastante en dar cuenta del mega desayuno. Y después la decisión del día: ¿Qué hacemos hoy? Pues yo me aferré a mi colchoneta/trineo, pero Andrés y Nur quisieron probar el snowboard. Y claro, Bente tiene de todo en esa casa, cualquier actividad de nieve que se os pueda ocurrir... la tiene.
Así que pusimos rumbo a la colina de detrás de su casa otra vez. Problema: la nieva sobre la que nos habíamos tirado el día anterior estaba hecha hielo porque había llovido un poco, pero la nieve de la colina estaba demasiado blanda y se hundían las tablas de Snow. No la mía, yo me fui tirando mientras ellos aprendían a aguantar en la tabla más de 30 segundos. Eso sí, si al tirarte por la colina no llegabas al camino y te quedabas parado en la nieve antes… buena suerte. La primera vez que me pasó y bajé de la tabla me hundí por encima de la rodilla. A la siguiente ya le di más carrerilla y no me pasó, pero que minutos más eternos. 
Al cabo de un rato, Else se fue a la cabaña a empezar a hacer la comida. Poco después se fueron Marta, Andrés y Salma, que después de caerse el sábado de trineo y de estar cansada como todos, no estaba mucho por la labor de más trineos. Y ya por fin Bente, Nur y yo decidimos darlo por cerrado y nos bajamos a la cabaña. Aquí quiero reconocer mi error, porque el sábado por la noche cuando me caí en el hielo dije “estoy bien, ¡estoy bien!” pero (para los que no lo saben) tengo unas muñecas y unos tobillos que parecen hechos de cristal, así que tengo una colección de muñequeras y tobilleras que no os podéis ni imaginar. Mirad si me conoceré bien que me llevé una muñequera en la maleta, pero no era de las rígidas. Así que me la puse porque me dolía la muñeca, pero no quería desaprovechar un día como ese en Noruega por un dolor de muñeca. Pero claro, igual tirarte con una tabla que tienes que controlar con la fuerza de tus brazos y manos y luego estirar de ella por la nieve, pues tampoco fue muy inteligente por mi parte. De hecho, hasta el martes que volvimos a casa no pude ponerme una muñequera como dios manda. Y lo que pudo haberse arreglado en 10 días me duró casi un mes. Bueno, además está la cosa de que me escayolaron la mano una vez para 15 días, pero quedaban 7 de verano y al día siguiente me quité la escayola. Tampoco buena idea.
Sigamos con la nieve, que mola más que mi mano estúpida. Dejamos todos los trineos y bártulos en casa y Nur, Bente, Else y yo nos fuimos a un parque que quería enseñarnos. Tienen un campo de una cosa que se llama footgolf (yo tampoco lo había oído en la vida) pero que al parecer es muy popular por allí y que según Wikipedia tiene un origen incierto, aunque parece que existía en los años 20 – 30 en EEUU un deporte similar llamado codeball. Si alguien puede explicárnoslo mejor, sea bienvenido. Pasando el campo de footgolf y de tiro de herradura y cosas de esas tan diversas llegamos a donde quería ella. No sé si lo comenté en mi otro viaje a Noruega, pero creo que sí, allí se fían de todos, no como aquí que como dejes algo despistado un rato puede que no lo veas más. Pues era una zona de barbacoas y eso donde según nos dijo se juntan en primavera y verano todos los que tienen casas por allí y hacen un montón de juegos y todo. Y diréis ¿a qué viene lo de que se fían? Pues a que allí hay de todo lo que quieras: barbacoas portátiles, salsas, mantas, cojines, lo que queráis. Y lo mejor de todo: ¡un puñetero libro de visitas! Nos dijo que escribiésemos algo y Nur me miró con cara de “ya si eso lo escribes tú, ¿no?”.
Volvimos a casa a comer perritos calientes (¿Por qué me estuvieron tan buenos? Sería la nueve, porque ya veis el invento que tiene eso) y jugamos a juegos de mesa. Previamente habíamos recogido la maleta porque a las 17 nos teníamos que ir hacia la estación porque salía nuestro tren de vuelta a Trondheim. Volvimos a hacer dos viajes en el coche, así que Nur y yo nos fuimos primeras para esperar al resto en la estación. No había nadie y era de noche como si fuesen las once de la noche. Y empezó a nevar. Dejamos las cosas dentro de la estación (que básicamente era una habitación con calefacción) y salimos fuera. Tengo dos fotos intentando coger algún copo de nieve, pero parezco lerda, así que no las vais a ver. Pero la capa de nieve empezaba a formarse y las únicas huellas eran las mías y las de Nur. Fue, fantabuloso.
Nos subimos al tren y el pequeñín nos llevó a la estación donde hacíamos transbordo. Maldito frio infernal. Solo diré que el tren que iba de Trondheim a Olso vino cubierto de nieve y hielo. Y allí estábamos, en la calle. No es una estación demasiado bien pensada para un país con esas temperaturas, la verdad. Llegó nuestro tren y nos subimos otra vez en el vagón familiar. Solo decir que la zona de juegos para niños tenía hasta un tubo de esos por el techo para que se metiesen por dentro. Impresionante. Yo aproveché para leer más temas de opos y subrayar, porque el paisaje verse, lo que es verse, no se veía.
Cuatro horas después llegamos a Trondheim y, efectivamente, había nevado. Problema: el autobús que nos dejaba en la puerta no pasaba hasta 20 minutos después y hacia un frio infernal. Así que optamos por otro que nos dejaba más lejos y tuvimos que caminar por un camino entre árboles. Ya el viernes por la mañana habíamos ido por allí y tuvimos que cambiar de idea porque estaba cubierto de hielo, pero el domingo por la noche estaba impresionante. Al haber nieve no resbalaba, pero encima la nieve blanca, sin destrozar, brillaba con la luna que parecía que estaba a punto de aparecer Olaf y cantarnos la canción de Frozen. No, en serio, precioso. Por fin llegamos a casa, cenamos y creo que caímos en la cama como si no hubiésemos dormido en años.
Lunes 12 de diciembre de 2016
El lunes amanecimos con -8ºC, así que Marta dijo que ella se quedaba en casa cuando Nur y yo le dijimos que nos íbamos al centro a comprar algunas cosas. Nosotras, como somos muy cabezotas, nos fuimos. Eso sí, yo con mis botas de pre esquí, lo que sea menos volver a caerme, que no tengo más muñequeras. Así que nos fuimos al mercado de navidad que habían montado en una plaza y allí compramos un arbolito de navidad estilo katiuska con otros muñecos navideños dentro. En la única parada que no aceptaba tarjeta. Así que nos fuimos al centro comercial a sacar dinero. ¿Vosotros encontrabais el cajero? Porque nosotras no. Compramos postales de navidad, pero no vimos el cajero. Le preguntamos a una señora, pero nos mandó donde no era. Así que le pregunté a un chico y nos indicó, pero como somos tontas perdidas, no lo veíamos. Así que nos lo volvimos a encontrar y nos preguntó que si lo habíamos encontrado… y nos acompañó hasta una cola que era bastante visible, la del cajero. Gracias amigo, no solemos ser tan lentas, es por el frio. Volvimos a por nuestro árbol y nos fuimos a dar una vuelta por el centro de Trondheim. Compramos una estrella de papel de las de navidad, que Nur quería traerse una. También compramos galletas de canela y rollos de canela en el supermercado. Al salir, compramos almendras garrapiñadas, que también hay aquí, pero allí les echan canela (¿cuantas veces he dicho canela en 4 líneas?) y aquí el vendedor se rio de/con nosotras por lo siguiente (que voy a traducir porque no tengo ganas de escribir en inglés):
Él: hace frio, ¿no?
Nosotras: sí, sí
Él: pues la semana pasada llegamos a -13ºC, mirad mirad (y nos enseña la piel de la mano que por poco y se le cae la mano entera)
Yo: bueno, en casa estamos a 13, pero por encima de 0.
Él: ¿en casa? ¿De dónde sois?
Nosotras: España
Él: y seguro que con 13 ya estáis con el abrigo “que frio hace” (y se empieza a reír)
Yo: ¡y con la bufanda! (Que digo yo, que, si se tiene que reír que se ría del todo, ya nos reímos nosotros cuando se van rojos en agosto).
Y ya nos fuimos a por el autobús. Pero aún era pronto, así que se nos ocurrió ir a ver la catedral, a ver si se podía visitar. Y llegamos 30 minutos antes de que cerrasen, así que dimos un vistazo rápido por dentro y aun le preguntamos a la mujer de la puerta sobre los órganos y muy amablemente nos dio toda la explicación de la falla y de cómo el órgano nuevo estaba conectado con el viejo y los tubos del fondo porque si no el sonido llegaba con retraso de un lado al otro de la catedral (si os dije que era grande). Al salir intentamos sacar una foto, pero no nos cabía de ninguna de las maneras en la foto, así que tenemos fragmentos de la fachada.

Lo mejor que se pudo hacer con la fachada de la catedral.
Volvimos a casa, comimos y empezamos a organizar la maleta porque el martes pronto teníamos que ir a por el avión, que se nos escapaba. La verdad es que fue un día bastante light, para compensar el fin de semana.
Martes 13 de diciembre de 2016.
Sí amigos, odio volar y mi hermana compró billetes para el martes 13. Que ni te cases ni te embarques. Total, Marta y Salma nos acompañaron a la parada del autobús directo al aeropuerto. Y estábamos un rato ya y allí no nos cobraba nadie. Y Nur y yo mirándonos en plan “déjalo, que si no dicen nada”. Y por cosas como esas es por las que al final la fama nos precede y nadie se fía de nosotros. Pero al final nos cobró a todos, es solo que para no cobrar en cada parada lo hace en la parada ultima antes de salir hacia el aeropuerto. Llegamos allí e hicimos el check in con una máquina, así todo muy moderno, con la azafata mirando al horizonte sin hacer mucho. Que no digo que no trabajen, ojo eh, pero que podría haber echado una mano a más de uno que parecía perdido, también. Facturamos la maleta y nos vamos hacia el control de seguridad. ¿os he dicho ya que era martes 13? Pues yo me había olvidado que llevaba en el bolso dos botellas pequeñas de agua que habíamos comprado en el avión de ida, en las cuales quedaba un dedo de agua en cada botella. Me quito el abrigo, la manta toledana que llevaba por bufanda, la otra chaqueta, las botas, todo. Y adelante. Oh, oh. Me habla en noruego la de seguridad. “Sorry, what?” y Nur “que, si puede abrir tu bolso” “ah, sí, vale”. Digo yo, que primero debería pedírmelo en un idioma que entienda yo, como en inglés, ¿no? Y segundo ¿pueden abrir tus cosas sin que estés delante, aunque le hayas dicho que sí? Lo pregunto porque de verdad no lo sé. De hecho, estaba poniéndome las botas para ir donde estaba ella cuando Nur me dijo “eh, ¡que lo está abriendo ya!”. Que no llevaba nada, pero vamos, curiosidad pura. Entonces me viene con las dos botellas en la mano y me dice súper seria: no puedes pasar con esto (esta vez en inglés y con un tono nada agradable, por cierto) y entonces cogí las dos botellas, me las acabé y le dije “¿y ahora?” asintió y se fue a dar por saco a otra persona. En serio señora mía, un all bran, o un abrazo o algo le hace falta, porque vamos... por dos dedos de agua no hace falta ni ese tono ni ese gesto.
En fin, sigamos adelante. Nos fuimos a comer, porque la comida del aeropuerto es cara, pero la del avión más aún. Así que comimos por ahí y nos fuimos rápidamente a nuestra puerta de embarque y enseguida abrieron y empezamos a embarcar. Yo me comporté muy bien y no dije a nadie que me daba mucho miedo volar. Quizá porque me había tomado un Valium, eso influye. Curiosamente a pesar del Valium, estuve leyendo más temas en el avión. Se ve que ya me daba todo igual. Mientras, Nur se fundió la batería de mi móvil jugando al monopoli. Hasta que se burló de mí en el aeropuerto de Alicante. Aterrizar y despegar me tensa de sobremanera, así que imaginaos la situación. Yo me agarro a mis reposabrazos como si yo misma tuviese que hacer fuerza para frenar el avión, y en este caso también estrujé la mano de Nur. Pues por lo visto (que yo debería saberlo, no será que no he volado) los aviones al aterrizar hacen como dos paradas. Me intento explicar: el tembleque para y parece que han tomado tierra ya cuando en realidad es solo que están muy cerca y es entonces cuando toman tierra y tiembla el aparato infernal este. Pues yo, en este primer falso aterrizaje solté la mano de Nur y dije “uy, mucho más suave que en Trondheim”. No había acabado de decirlo cuando tomó tierra de verdad y puse la mano que acababa de soltar de Nuria en el asiento de delante y me salió del alma un “NOOOP”. Así que con eso Nur tiene risas para regalar. Y eso que yo solo cuento a todo el mundo como el sábado encalló el trineo y voló por los aires hasta estamparse en el suelo… (ups, otra vez). En Alicante recogimos nuestra preciada maleta y nos fuimos fuera a esperar a nuestros queridos padres que habían venido a por nosotras, una vez más. Entre cuando me fui a Londres y esto, han estado más veces en el aeropuerto de Alicante que desde que se construyó.
Adiós montañas heladas, ¡adiós!

¡Hola terreta!
Y amigos, sé que esta entrada es híper mega súper larga, pero no tenía mucho sentido desgranar tanto los últimos días, porque el jugo de la historia era la nieve, la catedral y mi martes 13 en el aire. Espero que os haya gustado o, sino, que por lo menos os haya recordado un poco a algún viaje que hayáis hecho o que queráis hacer o a alguien que esté fuera. Y que os haya sacado una sonrisita.
¡Sed Felices!

viernes, 13 de enero de 2017

¡¡¡Nieve!!!

Improvisadores, estoy aquí dispuesta a acabar de contaros el viaje a Noruega. Tendría que haberlo hecho esta semana, pero mira, tengo mil chorradas en mente.
10 diciembre del 2016
Acabé contándoos que estábamos allí en la cabaña esta tan genial y yo entre acojonada y emocionada. Pues el sábado a las 8 de la mañana ya estaba despierta. En mi defensa diré que todos dijeron que teníamos que aprovechar las horas de luz. Pues bien, yo era la única despierta. Desperté a Nuria que se dio media vuelta y siguió durmiendo. Me asomé por el hueco de la escalera… desierto. Maldita sea. Así que me volví a meter en la cama con el móvil en la mano esperando a que se hiciese de día y a ver si se levantaba alguien. A las 9 ya no podía más y escuché ruido abajo. Freia, la perra de Bente, se había despertado. Me vale. Bajé pitando y me puse un vaso de leche con esas galletas de canela tan deliciosas que nos sacó Bente la noche anterior. No suelo hacer grandes desayunos, así que ahí estaba yo. Esperando a que amaneciesen todos. Pasó casi como otra hora antes de que alguien apareciese. Salma siempre se despierta antes de las 7 de la mañana, pero se ve que por llevar la contraria no lo hizo ese día. Imaginaos, que horas más larguitas para mí. Empezó a aparecer la gente y entonces Bente se escandalizó porque eso no era ni desayuno ni era nada. Y entonces llegó el banquete de los banquetes. No sé qué no sacó pasa desayunar. Dulce, salado, zumos, leche, café, chocolate, pan, lo que quisieras. Para estas alturas ya había amanecido y yo estaba ya que me moría por salir. Pero maldita sea, los noruegos no hacen sobremesa decían… ahí charlando después de desayunar y yo pensando: ¿PODEMOS SALIR A LA NIEVE YA? Bente tenía razón, la nieve saca tu lado más niño, si eso es posible.
Por fin decidieron que era momento de cambiarse para salir. Era el momento de estrenar mi ropa de la nieve, para que veáis lo mucho que voy. Creo que me vine arriba con el abrigo, quizá una térmica, un polar y la chaqueta de la nieva fue demasiado. Pero qué más daba. Y mis botas de pre esquí que les di más uso que nunca, no solo en la nieve. Estamos todos listos y empieza Bente a sacar trineos, de todos los tipos y colores. Y ay, me enamoré. Una tabla que en realidad es como una colchoneta que la coges, corres, saltas y te deslizas. Ay amigos míos, esa fue toda para mí. Así que caminando un poco como patitos torpes por encima del hielo nos fuimos hasta la colina detrás de casa de Bente, para probar los trineos y ver cual nos apañaba e ir practicando. Hay videos, pero son innecesarios. Nur estaba feliz, con su gorro para la nieve que tiene como mil, pero en Valencia (por razones obvias) no los gasta, yo me cansé a los 5 minutos del mío y lo metí en el bolsillo. Mi señora madre dice que ni de bebé aguantaba los gorros, así que eso quiere decir que soy una mujer con convicciones firmes.
Bonito ¿eh?

Después de estar un buen rato en la colina deslizándonos (y vuelta a subir), Bente nos dijo si queríamos ir montaña arriba para luego ir bajando. ¿He dicho ya que había nieve? Pues allí, con los trineos nos fuimos montaña arriba. Bente dijo que fue un kilómetro, pero hacia arriba y hundiéndote cada vez más en la nieve, a todos nos pareció más. Pero ninguno queríamos decir que parasemos, y menos si no lo decía Marta antes (¿He dicho que Marta está embarazada? Pues eso, ahí como una campeona). Cuando ya llegó el momento en que al hundir el pie en la nieve por encima de la rodilla y sacarlo, sacábamos barro, Bente dijo que debajo había un río, que si dábamos la vuelta. SÍ, POR FAVOR. Y entonces lo mejor del día, deslizarte montaña abajo por cada trozo y no salirte del camino y despeñarte. No, en serio, fue genial. No sabéis lo bien que lo pasamos. Bueno, Salma se hartó un poco del trineo después de caerse, así que Marta, Andrés y ella bajaron andando, pero Bente, Nur y yo nos picamos con los trineos. Cuando ya estábamos a la altura de la colina del principio, algo me dio en la rodilla, no sé si era piedra, hielo o qué, pero dolió. Mucho. Os he dicho que yo iba en la colchoneta, así que vas prácticamente tumbada en el suelo bocabajo, la manejas con las piernas (arriba o abajo para la velocidad) y con el cuerpo para girar. Pues bien, ese golpe hizo que me pegase semejante lechazo que el vecino de Bente que estaba entretenido con sus árboles se me quedó mirando un rato. Hasta que pasados un par de minutos me di cuenta y me levanté saludándolo con la mano en plan “Sigo viva, mi dignidad no, pero yo sí”. Bajé donde Bente y Nur me esperaban y nos fuimos hacia casa, que los demás ya llegaban también. 
Esa tarde llegó la otra profesora de Nur, Else, y ya os imagináis, otro tanto de ponerse al día y hablar en noruego. Y entonces Bente dijo que iba a poner los focos para que pudiésemos hacer un muñeco de nieve y una pirámide de bolas. Os voy a poner la foto que es más bonito que explicarlo. 
bolas de nieve en pirámide y dentro, una vela. 
Aquí nuestro tétrico muñeco de nieve antes de que le diese un mal y se le cayese media cara. Nunca volvió a ser el mismo. 
Solo diré que los muñecos de nieve dan más trabajo del que parece. Y que fue entonces y solo entonces cuando me resbalé con el hielo por primera vez cayendo sobre la pierna derecha para no partirme la crisma y la espalda contra una valla de madera. Y fue ahí, y solo ahí, cuando me hice el esguince en la mano derecha. Nur dijo que si me caía se iba a reír. No lo hizo, imaginaos la leche que me di. Pero bueno, esa mañana nos habíamos caído con el trineo y ella llevaba un moratón en la pierna que sobresalía tanto que parecía que quería escaparse.
Esa noche cenamos burritos y nos dimos cuenta de que algunos noruegos también se lían entre nosotros y los mexicanos, pero no pasa nada, nos reímos un rato. Y no, no comemos especialmente picante. Aunque hay a quien le gusta… locos hay en todas partes. No sabéis lo bien que dormimos esa noche. Estábamos muertos de cansancio. Y yo tenía unas agujetas en los brazos de la colchoneta que estuve tentada de dormir con la térmica y el polar solo por no tener que quitármelos.
¡No os vayáis muy lejos que aún quedan muchos días!

¡Sed Felices!

lunes, 9 de enero de 2017

Y nos fuimos de fin de semana por Noruega

Improvisadores, ¿Qué os pareció el primer día de nuestro viaje a Noruega? Espero que os gustase, pero ahora llega lo mejor del viaje.
Viernes 9 de diciembre del 2016
Por la mañana nos despertamos y después de desayunar, vestirnos las tres y de que Marta vistiese a Salma (también conocida como la hija de Marta y Andrés), nos fuimos a por el autobús. Me encanta ir en autobús porque puedes ir viéndolo todo, con el metro no. Eso y que allí no hay metro. Total, nos fuimos a un restaurante que esté en una torre – mirador y al que puedes subir sin tener que ir al restaurante, así que es un mirador gratis y calentito. Desde allí vimos el fiordo, el centro de Trondheim que resulta más pequeño de lo que pensaba y lo enorme que es el resto de la ciudad.
Una minúscula parte de Trondheim desde el mirador. 
En realidad, ir al mirador era la excusa para hacer tiempo hasta la hora de comer y salir corriendo a por el autobús, en el transbordo se nos unió Andrés y ya repartimos las dos maletas, el trineo y la niña entre los cuatro y seguimos de camino a la estación de tren. ¿Qué dónde vamos? Pues los descubriréis después de cuatro horas de tren (si no lo habéis visto ya en Instagram o Facebook). Los trenes allí son otra historia. Estábamos en el vagón familiar y allí tienen una zona de juegos para los niños, con mesas, libros y así un sitio donde pueden jugar y hacer el canelo. Pero encima como llevan tanta ropa, todos los padres les quitan capas de ropa y van todos en body por ahí, pero está el tren limpio que da gusto verlo. De hecho, los adultos también se descalzan. Conforme nos íbamos alejando de Trondheim vimos (y nos costó, porque ya era de noche a las 14.30 así que solo lo veíamos en las estaciones) que iba aumentando el nivel de nieve. No os riais, pero yo no había visto nevar nunca. Sí la nieve, pero no nevar. Así que estaba extasiada, y eso que no nevaba aún. A las 19.30 por fin, después de un transbordo en una estación resbaladiza por el hielo, a Bjorli. Es un pueblo (creo, que igual no) donde hay una pista de esquí. Y diréis: mira estos que poderío tienen que se van a esquiar a Noruega. ERROR. En la estación nos esperaba Bente, que fue la profesora de Nur cuando estuvo de erasmus allí. Es encantadora, hasta el punto de acogernos a todos en su preciosa y cuca cabaña de madera en la montaña. No, en serio, una cabaña de postal de Navidad, de abuelo de Heidi, de anuncio de caramelos de los Alpes, donde vivía la familia tirolesa del juego de las 7 familias (que por cierto recientemente he descubierto que no es tan conocido como yo pensaba). Y encima entrabas dentro y era para morirse, solo te apetecía una taza de chocolate caliente y sentarte a ver la nieve.
Os lo he dicho, ¿no? In love.  
El caso, no cabíamos todos en el coche, así que Nur y yo nos esperamos en la estación de tren mientras Bente hacía el primer viaje. Y había nieve, mucha nieve. Y hielo, de hecho, hay un video en el que intento acercarme a la montaña de nieve para hacerme una foto y hay hielo en el suelo y Nur, siempre con buena intención me grabó porque pensaba que me caería. Pero NO. 
Bente volvió a por nosotras y nos fuimos a su casa. Y me enamoré. De la casa digo. Cenamos espaguetis, porque Bente no sabía qué comíamos y qué no, y estuvimos un buen rato hablando. Tenían que ponerse al día. No sabéis el inglés que practicamos ese fin de semana. Nur y yo dormíamos arriba, que el único problema es que no sabían por qué, la calefacción no subía. Era un añadido nuevo y no sabían por qué. Pero no pasa nada, porque esos edredones nórdicos son… vamos, que se merecen llamarse nórdicos porque cumplen su función a la perfección.
Iba a contaros así de golpe todo el fin de semana de la nieve, pero creo que va a ser mejor dejarlo aquí, que si pongo mucho trozo os da pereza (y a mí también). Pero quiero que de deberes para casa tengáis en mente que a mí la nieve no me gusta, supongo que porque cuando era pequeña me obligaban a esquiar y no me gusta. Así que para mí nieve y esquiar van juntos. Así que yo estaba emocionada por aprovechar el día siguiente, pero a la vez un pelín agobiada por si tocaba esquiar o algo así. Eso, como avance del próximo capítulo.
Espero que hoy no se os haga cuesta arriba la vuelta a trabajar después de la Navidad (sí, ya sé que hay gente que solo libró los festivos, pero yo sigo hablando en función del curso escolar), y que contaros mis vacaciones no lo empeore.

¡Sed Felices! 

domingo, 8 de enero de 2017

Viaje improvisado a Noruega

Improvisadores, ¿Cómo ha ido la Navidad? ¿Y el principio del 2017? Espero que bien. Vengo a celebrar que hace un mes que me fui a Noruega. Y vosotros diréis: Pues para no gustarte volar no paras monina. Y tenéis razón, pero era una oportunidad de oro que se resume en: un billete comprado que se iba a desperdiciar, “¿Te vienes a Noruega?”. ¿Quién en su sano juicio iba a decir que no? Y me llevé mis apuntes y todo eh, no os penséis que soy una irresponsable.
Pero dejadme que empiece por el principio.
 Jueves 8 de diciembre del 2016
Nur y su amiga habían comprado los billetes para salir desde Alicante a las 7 de la mañana, no era mala idea, de no ser porque la amiga era la que vivía cerca de alicante y donde Nur iba a dormir el día anterior. Como odio volar, pero no quería tener que tomarme nada, opté por no dormir la noche anterior. Teníamos que salir de Valencia a eso de las 3 de la mañana, así que, en lugar de irme a la cama, me tumbé en el sofá a ver Los pitufos (no que yo lo eligiese, que es lo que estaban echando), y me dormí una hora y media y mal dormidas. En el coche de camino a Alicante puede que me durmiese, pero tampoco os penséis que fue lo más. Llegamos al aeropuerto, facturamos el maletón, pasamos el control de seguridad después de despedirnos de nuestros santos padres que nos habían llevado en coche y nos fuimos a la puerta de embarque. Una vez aposentadas en nuestros asientos en el avión y del maldito despegue, tardamos poco en dormirnos. Pero encima tampoco dormí del tirón (son 4.30h de viaje), porque el avión se mueve, vaya si se mueve. Hubo un momento de turbulencias que Nur pensó que yo estaba durmiendo, pero lo que pasa es que preferí no abrir los ojos. Al final acabé viendo Big Bang Theory y Friends que lo pusieron en las pantallas del avión. Hasta que por fin aterrizamos en Trondheim a las 11 de la mañana. No sin antes darme un maldito susto de muerte, porque estábamos atravesando la nube para bajar hacia la pista y resulta que había niebla, que yo no lo sabía, así que cuando se acabó la nube estábamos ya prácticamente tocando el suelo y casi me da un mini infarto. 
Aquí el amanecer desde el avión. 
Recogimos la maleta que salió de las primerísimas y nos fuimos a por el autobús para la ciudad. Allí nos encontramos con otros españoles que bajaban en la misma parada que nosotras, así que lo de no saber pronunciar las paradas no fue un problema. Allí nos encontramos con Marta (también conocida como la amiga a la que iban a visitar en primer lugar) que nos dio una vueltecita por el centro aprovechando que hacia sol. Pero no tardó mucho en empezar a chispear, así que nos fuimos hacia su casa (que a todo esto nosotras íbamos con el maletón y las mochilas a cuestas).
Las casas encima del río en Trondheim (que en realidad el centro queda como una isla entre el río y el fiordo).

¡Oh blanca (ya veréis) Navidad!

La catedral no entra en una foto, ya lo siento. 
 Fue llegar a casa de Marta y entrarme un sueño… no sabéis cuánto. Encima allí a las 14.30 se hacía de noche, imaginaos. Sobre las 3 o 4, no sé, fuimos a por su hija a la guardería y luego comimos. Y entonces sí que podían olvidarse de mí. De hecho, me quedé dormida en el sofá con ellas hablando y la niña jugando por ahí. Pero vamos, que yo desaparecí y me desperté cuando llegó Andrés (también conocido como el marido de Marta). La tarde se me hizo larga, a pesar de estar durmiendo. Que se haga de noche a las 14.30 te da ganas de cenar y acostarte a las 6 de la tarde. Y más con el sueño que yo tenía. No cenamos muy tarde, y nos fuimos a dormir pronto, que no sabéis las ganas con las que pillé yo ese sofá cama. Gloria bendita amigos míos, gloria bendita.
Las vistas desde casa antes de que mi yo desapareciese. 
Pero bueno, sobreviví al avión sin necesidad de pastillas, sobreviví al aterrizaje, a la sorpresa de que no hiciese mucho frio al bajar, y a la tarde más larga de la historia. ¡No os vayáis que esto sigue mañana!
¡Sed Felices!