lunes, 12 de diciembre de 2016

Bye bye

Improvisadores, vengo a clausurar el blog… porque sé que no os doy la calidad que debería y me satura.
Es broma, lo que sí vengo a clausurar es ¡el viaje a Londres!
Sábado 12 de noviembre de 2016
Ahora sí que sí, un día típicamente inglés, con su lluvia esa que parece que no, pero te mojas. Así que Elena y yo nos levantamos y para compensar el desayuno inglés del viernes nos hicimos un desayuno mediterráneo así con nuestras tostadas y galletas y embutido… todo muy delicioso. Y llega el momento de salir a la calle para ir a por el tren y encontrarnos con Anna, Paula y Laura. Ah... salir a la calle. Yo tengo la teoría de que aquellas personas que vivimos en ciudades donde no vemos la lluvia más que cuatro días al año tenemos un problema: no sabemos gastar los paraguas. No os riais, va en serio. En mi defensa diré que caía una buena buena, pero Elena iba seca y yo me empapé las piernas (a pesar de llevar el paraguas). Así que bueno, todo muy fresquito. Y llegamos a la cola del Museo de Historia Natural, porque ¿Dónde vas con la lluvia? Pues al museo más inmenso que he visto. Y la cola que había para entrar… pero ¡por fin las cinco juntas! Después de 10 meses, que se dice rápido.
El museo...empecé a tope, porque empezamos por la evolución de la humanidad y eso me encanta, pero fui perdiendo energía. Eso y que hay mil cositas y botones para tocas, rollo interactivo, pero parece ser que está mal visto no dejar primero a los niños. Ejem… Podríamos habernos pasado allí tres días seguidos, es inmenso. Y lo vimos en una mañana muy por encima, como así una lectura rápida.
Y tocaba comer, porque no habíamos almorzado y eso no está bien. Así que nos fuimos aprovechando que había dejado de llover para llegar a un Nandos. ¿Habéis estado? Deberíais, pero ojo con la salsa que pedís que les gusta el picante. Como ejemplo: el brownie llevaba chili. No digáis que no os he avisado. Estando en Nandos vino a tomar el café Maria “la griega” que para los que no la conozcáis es una alumna que tuvo mi madre de erasmus y con la que quedamos varias veces mi hermana y yo. Y es encantadora y un amor y vino hasta allí solo para tomarse un café conmigo. Si es que se hace querer.
De allí subimos a un autobús de estos tan ingleses de dos pisos (pero no el autobús noctambulo. Momento friki) y nos fuimos a ver si la Reina nos invitaba a merendar, pero no se dio el caso. Tendríamos que haber llamado insistentemente al timbre, igual así… de nos fuimos dando una vuelta hasta el Parlamento y el Big Ben para hacernos fotos las cinco juntas y hacer tiempo antes de irnos todas a casa de Elena. Y entonces montarnos la cena de cumpleaños de Elena y Anna porque, a todo esto, era la excusa para ir de viaje. Así que allí estuvimos nosotras, la comida, el vino, el dulce y vamos, una noche de pijamas completa. Sobre todo, porque estábamos todas nosotras.
Domingo 13 de noviembre del 2016
El domingo fue un día light, pero no por ello no la lie. Después de hacer el vago, dimos una vuelta por el barrio de Elena y después Anna, Laura, Paula y yo nos fuimos hasta la estación de Victoria. Y yo estaba encaprichada que no me iba sin tomarme una pinta, porque ¿Qué viaje es ese? Así que comimos las cuatro nuestra hamburguesa con su correspondiente pinta. Pero atentos ahora, porque ni yo sé qué pasó con los trenes ni como la lie tanto (la pinta no tuvo nada que ver). Había un tres que iba directito y costaba 8 libras. Pero no estaba en la pantalla para comprarlo, así que compré otro hasta Gatwich por 15 libras, mientras llegue… cruzo la barrera y la chica me para, que no puedo subir porque ya se va el tren. Y luego me dice: ¡pero corre! Y luego: no, ya no. Señora, no quiere usted verme enfadada. A todo esto, yo llevaba mi mochila/maleta y mi bolso, para que me imaginéis mejor. Así que miro otra pantalla y había otro que iba a Gatwich, ¡arriba! Me subo al tren, me aposento y se va llenando. Gente con maletas en los pasillos y todo. Entonces por megafonía “tren exprés a Gatwick”. Perdóname, ¿Qué? Vale, no es mi tren. Bueno, no puedo ir en ese tren, porque ese cuesta un dineral que no he pagado. Así que me levanto y me dirijo a la izquierda y me corta el paso un chino. Fue tal que así:
Él: ¿Exit?
Yo: yes, please.
Y se gira, ve que detrás de él no hay nadie y me señala al otro lado. Así que por no discutir ahí me veis a mi saltando obstáculos y sorteando personas al ritmo de “sorry, sorry, thanks, thanks, sorry” en el pasillo y saliendo por la puerta al tiempo que pitaba la señal de que cerraban las puertas. Vamos, que discreta no fui. Y allí me encontraba yo, desesperada porque no entiendo porque no está mejor organizado el sistema de ferrocarril. Tienen el ferrocarril más antiguo, pero no el mejor organizado. Así que me acerqué a un trabajador de allí y le dije: quiero ir a Gatwick con este billete, estaba en el exprés y me he bajado porque no era el mío (ahí en plan: para que veas que soy honrada. Que visto ahora me quedó un poco como al gitano honrado de la estación de RENFE), ¿me puedes ayudar? Y me acompañó hasta otro tren y me dice: este te lleva a Gatwick, pero son 10 paradas. Y yo: ¿pero me vale ese billete? Pues perfecto. Así que allí me senté y vi media Inglaterra desde el tren.
El resto ya es fácil, pasar el control de seguridad sin problemas, llegar hasta la puerta de embarque y no morir de un ataque de pánico. Cosas simples, del día a día. Y luego la volví a liar con los asientos en el avión, porque así soy yo. Pero no fue culpa mía del todo. Dejad que me explique. Yo estaba sentada en el pasillo en la fila 20, que es en donde más ruido hacen los motores, pero mira, me resigno. Entonces en la fila 21 se sientan dos señoras que le preguntan al hombre que iba a su lado que si le cambia el sitio por su amiga que está en la fila 7. Problema: la señora de la 7 estaba en el centro y el señor de la 21 quería pasillo porque era alto de narices. Así que yo, como buena samaritana, me giré rauda y veloz y les dije: yo también viajo sola, no me importa cambiarme. Así que el señor a mi asiento en el pasillo, las tres amigas juntas y yo en la fila 7 como una reina.
Y con esto voy a dar por concluido un viaje que acabó con mi aterrizaje en alicante media hora antes (sí, como leéis), cenando en una estación de servicio un bocadillo que hizo mi padre que era gloria y durmiendo el resto del camino hasta llegar a mi casa. Vamos, una gozada de vuelta a casa.
Y con esto y un bizcocho… hasta cuando vuelva de Noruega. ¡Sorpresa! Ahora mismo estoy en Noruega con mi hermana pasando unos días, así que no os vayáis muy lejos que volveré por el blog más pronto que tarde.

¡Sed felices!

domingo, 11 de diciembre de 2016

Londres es enorme y lo pateamos de punta a punta

Improvisadores, ¿Qué os pareció el primer día por tierras inglesas? Muy completito, ¿verdad? Pues agarraos que aún queda más.
Viernes 11 de noviembre de 2016
No os creáis que fue fácil levantarse de la cama, los nórdicos son peligrosos… puedes generar síndrome de Estocolmo. Pero lo conseguí, nos levantamos de la cama y nos vestimos para el maravilloso día de sol. Sí, como lo leéis, SOL. Nos fuimos a una cafetería / bar que conoce Elena a meternos entre pecho y espalda un señor desayuno inglés. Como experiencia no está mal… pero quizá tal golpe al estómago de buena mañana no es recomendable a no ser que estés muy muy acostumbrado. Menos mal que hasta las cuatro no comimos.
Cogimos el tren, esta vez sin perdernos, y os fuimos a Kings Cross porque quería ir a ver el andén 9 ¾ de Harry Potter. Así, tal cual. Pero no me hice la foto porque había muchísima cola, habrá que volver. Pero ay, una cosa que puedo tachar de la lista. De allí nos fuimos andandito hasta Candem, un barrio que está a reventar de tiendas, algunas un poco raras. Pero también tienen sitios donde comer (obviamente ni se nos ocurrió, aun no habíamos digerido el desayuno) y allí en un puestecito compré pendientes porque se podían comprar sueltos y no el par entero, y aquí la que escribe tiene 5 pendientes, así que le gusta la variedad. Volviendo a Candem era inevitable que saliese el tema de Amy Winehouse y la de camisetas con su cara, acordaos de esto.
De Candem nos fuimos andandido otra vez hasta el British Museum. Estaba Londres llenito hasta la bandera de escoceses. No es que les preguntase, es que iban con el Kilt puesto. Pero lleno. Creo que coincidía un partido Inglaterra – Escocia con la conmemoración que hacen allí a los veteranos, y así aprendes que el Kilt combina tanto con el uniforme militar como con la camiseta de futbol. Una prenda muy práctica oye. Me desvío… ¿por dónde iba? ¡Ah sí!, el British Museum. Obviamente cuando llegamos al museo ya ni nos sentíamos los pies (buscad en google maps las distancias anda), así que antes de entrar nos metimos en el Starbucks enfrente del museo, aunque fuese para que los pies no tocasen el suelo y poder sentarnos cinco minutitos. Y luego entramos al British Museum.
¿Por dónde empiezo con él? Lo vimos rápido, tanto que no creo que viésemos ni la mitad de las cosas que podíamos ver. Pero es genial. Impresionante. Y GRATIS. A ver si aprendemos en este país, la gente sí va a los museos igual que va al cine en la fiesta del cine. Nos gusta la cultura, no nos gusta sacarnos un riñón en la taquilla para ver esa cultura. Me he vuelto a desviar del tema, lo siento. Si vais a Londres tenéis que ir al British Museum. El Museo de Historia Natural es impresionante, no lo voy a negar, pero personalmente a mí por mis gustos o por deformación profesional me encantó el British Museum. Otro sitio al que volver con tranquilidad la próxima vez que vaya por Londres.
Salimos del British Museum y nos fuimos andandito (nos gusta andar, ¿vale?) hasta la catedral de Saint Paul. No entramos porque aquí sí hay que pagar, aunque es una lástima porque hasta donde pudimos entrar parecía preciosa (dios, tengo que volver a todos los sitios a los que ya he ido), pero simplemente por fuera vale la pena verla. También es verdad que no entramos porque si entrabamos era para estar un buen rato, y se acercaba la hora de ir a recoger a Anna que estaba trabajando. Ver Londres en dos ratitos no es posible si te paras a verlo todo, fue un resumen de Londres porque yo no había ido nunca y el resto sí.
De allí nos fuimos a por Anna y a comer, que ya eran las cuatro y después de tanto pasear no os digo yo donde estaba ya el desayuno inglés. Lo único malo es que entramos a las 15.30 al restaurante siendo de día y salimos después de comer y parecía que eran las once de la noche. ¿Dónde se ha ido el sol? Así que de allí fuimos al metro, pero no sabéis el horror que es el metro de Londres. Muy bien que pasa cada 2 minutos y todo muy eficaz. Pero no sabéis la de gente que va dentro, ¿o debería decir sardinas? Dejamos pasar lo menos tres metros porque físicamente no cabíamos. Tendríamos que haber fusionado nuestros cuerpos con los cuerpos que ya estaban apretados ahí dentro para poder entrar. Una locura. A mí que en Valencia por no ir agobiada en el metro voy andandito o en autobús, que no me gusta estar espachurrada entre la gente si no hay una mascletà o un castillo de fuegos artificiales de por medio. Vuelvo a encauzar esto: subimos al metro y nos fuimos al centro comercial más grande de Europa. Acabo de decir mi pasión por las multitudes, ¿no? Pues toma dos tazas. Y, por cierto, ya es Navidad en Londres. Llevan otro calendario diferente al nuestro y eso. Ese sitio es enorme. Yo creo que como si juntases todos los centros comerciales de Valencia, y puede que aun te falte algo. Inmenso. Monumental. Colosal. Vamos, que es muy grande. Dimos una vuelta por allí, escudriñamos (según mi padre y la RAE es así) las tiendas que nos vinieron en gana y cuando nos cansamos (y Elena y Anna disfrutaron de las muestras de prezel gratis) nos fuimos al metro para volver a casa.
Como fuimos bastante justas de tiempo cuando bajamos del tren como para pasar por el súper, entramos corriendo (casi literalmente) a por dos pizzas al tesco exprés y corriendo a la parada del autobús antes de que pasase. Por fin en casa. Qué gustito da quitarse los zapatos después de aplanar las calles de medio Londres, ¿eh? Y encima hay pizza y vino, si es que no me puedo quejar de mi anfitriona. Y antes de dormir, Elena me puso el documental de Amy Winehouse. Y digo me puso porque ella se durmió al principio y se despertó para el trágico desenlace).
Dos días en Londres y seguimos contando.

¡Sed Felices!

sábado, 10 de diciembre de 2016

Llegar a Londres no es fácil.

Improvisadores, llevo un tiempo de no parar, así que os estaréis preguntando dónde está la entrada sobre el viaje a Londres que hice con las Señoras. Pues tranquilos, ya llegó. Justo para conmemorar el mes aniversario de tan fantástica quedada. Como algunos sabréis y otros no, estamos repartidas por el mundo al más puro estilo “Tu a Londres y yo a California”. Pero nosotras estamos dos en Londres, dos en Barcelona y yo guardando el fuerte en la terreta, en Valencia. Anna y Elena cumplen años en noviembre las dos, y como las dos están en Londres… ¿qué mejor excusa para ir? Así que mochila al hombro y allá que vamos.
Jueves 10 de noviembre del 2016
Suena el despertador a las 7 de la mañana, porque no me gustaba el horario del aeropuerto de Valencia y me toca ir a Alicante. Desayunó con mi madre y Nur y a las 7.45 salimos de casa. Gracias por llevarme en coche hasta allí. Pero ojo, que tardamos como mil años (año arriba, año abajo) en salir de Valencia, porque a esas horas… vosotros diréis.
Mi avión salía a las 10.45 y a las 10 aparcábamos en el aeropuerto. Y a mí con lo que me gusta volar, tranquila no estaba. Entramos y mínimo 10 minutos de cola en el control de seguridad. Pero… pero... ¡¿Por qué?! Paso el control sin ningún problema (por primera vez en la historia) y cruzo cual alma que lleva el diablo el Dutyfree. Salgo y estoy al principio de las puertas de embarque C, y yo tenía que llegar a la B33. A caminar se ha dicho. Y entonces se oye por megafonía “Ultima llamada para los pasajeros del vuelo ryanair Stansted, Londres, con salida a las 10.45”. Piernas para qué os quiero. Corría con tanta prisa que se me cayó la bufanda y no me di cuenta de que un pobre hombre inglés me perseguía con ella en la mano hasta que otro me paró para decírmelo. Gracias buen gentleman.
Bueno, los que me conocéis sabéis que odio volar. Es superior a mí. Pero me gusta viajas, así de contradictoria soy. Normalmente me tomo algo para tranquilizarme antes de pasar el control de seguridad, pero esta vez no. No me preguntéis, serían las prisas. El caso es que en el túnel para embarcar ya empezaron a temblarme las manos, se me aceleró el pulso y quería llorar. Es irracional, lo sé, no me juzguéis, no puedo evitarlo. Llega al punto de que mi cabeza piensa: date la vuelta y vuelve a casa, no tienes que subir ahí. Y ahí estaba yo, pensando “Pon buena cara”, porque si a mí no me habla nadie, yo subo al avión aguantándome el corazón, me siento, amarro bien el cinturón, respiro hondo y tarde o temprano vuelvo a aterrizar. Pero aparentemente no voy para actriz porque fue entrar en el avión y la azafata me dijo “¿estás bien?”. Y claro… si es tan obvio y me toca abrir la boca, pues no. Así que le dije que no y que estaba acojonada perdida (pero todo en inglés y más formal) y la mujer me dice, vale vamos a ver (sí, toma marrón pobre mujer) y detrás de ella un azafato sacado de un catálogo que me dice “me puedo sentar contigo si quieres” y yo ahí que ya no podía ni controlar las lágrimas esas de pánico que no se pueden disimular, me reí. Pensaba que estaba de broma. Y me dice “no, en serio, puedo”. Y os juro que dije que no porque era montar más espectáculo del que ya estaba montando. Pero la azafata lo mandó conmigo. Problema: madre e hijo en mi fila (de hecho, en mi asiento) y claro, no vas a mover a todo el avión para encontrar sitio. Le dije que estaba bien y que no se preocupase. Y se fue, pero volvió durante el vuelo a ver cómo estaba, lo prometido es deuda.
La madre y el niño, los acompañantes perfectos. Ella hasta me dio la mano al despegar y al aterrizar y yo no se lo pedí. Y al aterrizar me dijo dónde ir y todo. Solo sé que su hijo se llama Taylor, así que si lo lee alguna vez: MUCHAS GRACIAS. El vuelo por otra parte… se me hizo eterno. Y eso que me puse música y todo, pero me aburría de todas y cada una de mis canciones.
Aterricé en Stansted a las 12.30 y me fui pitando (previo paso por el control de pasaportes, otra vez sin problemas) a por el autobús a Victoria. Obviamente no lo encontré a la primera, porque no sería yo. Salí a la calle, no hay autobús; pregunto a unas azafatas que estaban fumando fuera, al piso de abajo; bajo, no hay autobús, hay tren (¿pero qué…?); pregunto a la empleada del tren, es arriba, entre la calle y esta planta; cagoendiez. Por fin me siento en el autobús y una chica se sienta en el asiento de delante y tira su asiento hacia atrás, debo ser invisible. Como tenía 1.45h de viaje aproveché para comer (gracias mamá por ese bocata) y medio dormirme. Una vez en Victoria, me encontré con Elena y Anna (que lo nuestro nos costó también, no os creáis…) y pusimos rumbo a la visita exprés de Londres. Cuatro horas después habíamos visto el Big Ben, Parlamento, London Eye, Websminster, Oxford, Picadilly, China Town y aun nos dio tiempo a pasar por Tesco a pos palomitas de tofe (¿Quién tuvo esa gran idea?) y por las tiendas en Oxford. Solo deciros que esa tarde hicimos 10km.
Sobre las 19 – 19.30 Elena y yo estábamos en la estación de Victoria para irnos a su casa… y la liamos con los trenes. Por un cambio inesperado de andén nos equivocamos de tren y acabamos en uno viejo que no parecía parar. Acabamos bajando en una parada que Elena conocía, total solo tardamos una hora en hacerlo que cuesta 15 minutos.
Pasamos por el súper y de camino a su casa fui viendo lo cuqui que es su barrio. Más tranquilo que Londres y con casitas muy de película. En su casa conocí a sus compañeros de piso y después de mucha cena y otro tanto vino, nos fuimos a la cama. Más que merecido. ¿No creéis?
De momento aquí dejo las anécdotas, pero tengo 3 días más para ilustraros. Así que no os vayáis muy lejos.
¡Sed felices!

domingo, 18 de septiembre de 2016

Vuelta a la rutina...¡antes de viajar!

Improvisadores, no puedo creerme ni yo misma que no haya actualizado el blog desde mayo. Es vergonzoso y lo siento. Pero tampoco he tenido mucho que contar este verano (o tiempo para contarlo). He estado con la familia de Francia que vinieron de visita, he estado de fiestas en los pueblos, he ido a la playa, he ido a bucear a Tabarca y de turismo a Ávila, Segovia y al Escorial. Vamos, lo que viene a ser un verano muy completo. ¿Qué tal el vuestro?
Lo malo de los veranos tan completos es que hacen dura la “vuelta al cole”. Yo, por mi parte, me he cargado de cosas que hacer porque para eso está el año (mis años siempre empiezan en septiembre y acaban en junio, como si siguiese en el instituto). Así que tengo entre manos las clases para el C1 de inglés (sé que cuesta creer que hable inglés, a duras penas hablo a veces castellano), la preparación de las oposiciones esta vez en serio con un preparador y un calendario y asfixia vital, las clases particulares (si alguien que esté leyendo esto está interesado, que contacte conmigo). Perdón por el momento publicitario, pero es mi blog y puedo hacer lo que yo quiera. Por donde iba… ah sí, y tener vida social. Aunque sea cada vez más complicado porque ahora mismo NINGUNA de mis señoras vive en Valencia. Me he quedado sola. All by myself que cantaría Bridget Jones.

Y no voy a decir que no tengo más amigos, pero los que tenéis edad para votar sabréis que es difícil cuadrar los horarios. Con las Señoras era diferente porque quedábamos los viernes sí o sí. Pero no os preocupéis, que no me quedaré sola en casa. Aunque mis padres dicen que igual me viene bien para centrarme en estudiar. De ilusión también se vive. Además, tengo planeados (y comprados, que quiere decir que se llevan a cabo sí o sí) una escapada a Barcelona y otra a Londres. ¿Vosotros sabéis la de anécdotas que saldrán de ahí? Pues eso… ¡temed!
Además, supongo que con la vuelta al cole también pondré en marcha las redes sociales otra vez como twitter (que lo tengo lleno de polvo y abandonado) e Instagram que esta un pelín más vivo que twitter. Y creo que puede que me pase por aquí más de seguido. Que sé que no echáis de menos mis tonterías. 
¡Sed Felices!

jueves, 3 de marzo de 2016

Por las prioridades

Improvisadores, ahora sí que de verdad he estado desaparecida del mundo blog. Pero tampoco es que haya pasado nada emocionante en mi fantástica rutina de oposiciones, capacitación, gimnasio, clases, etc. Pero yo creo que cuando empiece a llegar el buen tiempo las cosas cambiarán. Porque también llegará el final de curso y el trabajo y todo eso. ¡Así que nos veremos más!
Y de verse más es de lo que va el blog de hoy. Estos días atrás la Familia ha vivido cosas que me han hecho pensar. ¿No le damos demasiada importancia a lo que no la tiene? Y digo “demasiada” porque también es importante, pero ¿de verdad es más importante estar encerrado en casa trabajando que estar con la gente que te importa? Otra cosa es si tienes ánimo para salir, pero esa ya es otra cuestión.
Lo que vengo a decir es que cambiemos las preferencias. (Igual si no te gusta la gente estarás pensando que soy imbécil. Yo tampoco descarto esa posibilidad.) Que no sigamos lo que nos dicen que es importante. Que cada uno tenga su criterio. Si crees que es más importante estudiar hasta las 4 de la mañana que sea porque lo crees tú, no porque te digan que es importante que estudies para aprobar y sacar la carrera y tener un trabajo (y demás cuentos chinos). Yo por ejemplo ahorro durante todo el año y prefiero gastármelo en ir a ver a la familia a Francia en verano, total ya he pasado los otros 24 veranos de mi vida en modo económico. Oye, si tu prioridad es tener una carrera profesional exitosa, adelante. Pero si te dan ataques de ansiedad por el trabajo, no es tu caso. Quizá la prioridad debería ser la felicidad, estar contentos con lo que tenemos, lo que hacemos y la gente con la que estamos.
Yo solamente digo que disfrutemos de lo que tenemos y de la gente que tenemos. Las cosas pueden ser para siempre, pero las personas (lamentablemente) no lo son. Creo que es bastante evidente con quien se aprovecha el tiempo y con qué se desperdicia.


De la maravillosa agenda de Mr. Wonderful. 


¡Sed Felices!

miércoles, 6 de enero de 2016

Regalos de la vida y no solo de Reyes

Improvisadores, tengo los mejores amigos del mundo. ¿Por qué? Porque los mejores amigos del mundo no son los que hablan contigo todos los días, ni a los que ves todos los días ni todas las semanas y puede que tampoco todos los meses. Aunque sea este uno de los requisitos de la amistad desde que empezamos a hacer amigos hasta que te das cuenta de que las agendas son complicadas.
Los mejores amigos son los que ves una vez cada 3 meses y aun así parece que no ha pasado el tiempo. Aquellos que les dices “estoy de bajón, necesito sesión de terapia” y saben que no te refieres a un psicólogo sino a vosotros dos en un banco a las 4 de la mañana después de unas cuantas cervezas. Son los que te lo cuentan todo aunque no haga falta contar nada, y viceversa (como el programa). Son los que viven 6 meses al otro lado del charco pero puedes notar que no están bien por la forma en la te escriben.
Los mejores amigos son también los que no te ven en dos semanas y tienen mil cosas que contar, pero también son los que te ven cada semana y nunca agotáis las conversaciones. Los mejores amigos son los que, a pesar de hacer su vida y tú la tuya, se acuerdan de ti tanto como tú de ellos y sacarán un tiempo que ni tienen para verte aunque sea una vez al año, 3 al mes o 6 a la semana. Los que te contestan al teléfono para acompañarte aunque sea tarde para que no vayas “sola” por la calle o los que te dejan en la puerta de tu casa y no arrancan hasta que entras.
Los mejores amigos son por los que tú harías eso y más. Y no importa donde vivan ahora o cuantas veces los ves al mes o cuantas veces hablas con ellos. Gracias vida por darme los amigos que tengo, gracias por las noches eternas de charla, las risas ilimitadas, los enfados temporales (para que engañarnos), las resacas en compañía y por darme la capacidad de valorarlo.
Amigos, ya sabéis quienes sois.

¡Sed Felices!