domingo, 31 de julio de 2022

Visita a Madrid (2): sigue habiendo mucha gente...

Improvisadores, ¡seguimos con el fin de semana en Madrid!

El sábado por la tarde nos fuimos (con el calorcito) a dar una vuelta en plan turistas absolutos. Puerta del Sol, Plaza Mayor… Nos hacía ilusión tomarnos un relaxing cup de café con leche en Plaza Mayor, pero estaba todo lleno. Así que seguimos con la ruta hasta el Palacio Real y allí en el Café de Oriente nos tomamos algo fresco. Así muy señorial todo.

Y diréis: qué tranquilo todo. Sí, porque no os he contado como me llevé un tortazo en toda la nariz. Íbamos caminando por la calle, yo contestando un WhatsApp. Y levanto la cabeza para seguir a mis amigos y una chica que estaba hablando con sus amigos estiró el brazo para indicarles algo y me arreó tremenda hostia en toda la cara. Ya os digo que me salieron todos los insultos que se. Y la chica flipando porque además era extranjera y no se hasta que punto entendió algo o solo pensó que la estaba maldiciendo. Si era lo segundo, no se equivocó.

Acabada la ruta en la Almudena fuimos a por el autobús para volver a casa de Paula. Yo estaba KO. Pero era hora de duchas y cambios de ropa, que nos íbamos a cenar. Pero pudimos descansar un poco. Con la tontería habíamos hecho kilómetros eh. según mi móvil en todo el día hicimos 11,79km.

Volviendo al tema, habían reservado en La Mentira. Os dejo el enlace a su perfil de Instagram por si os interesa. La verdad que el sitio es bastante chulo. Entras y es oscuro y hay música y no sabes si es un restaurante o un pub, pero es restaurante-pub. Cenamos muy bien, pedimos varias cosas para probar porque… decide tu. Imposible. Os comento lo que pedimos, por si os inspira, esta vez sin ranking, solo en orden:

Las Dyozas. Una mini delicia. Gyozas de pato. Que así dicho no tiene misterio ni nada. PERO es que tienen una reducción de cocido madrileño. Y mira, yo todo lo que sepa a cocido, me sirve.

El Mole. Que yo no lo probé porque el pulpo a mí no me va. Pero los que comieron dijeron que este pulpo con mole madre y tortillas de maíz estaba muy bueno. El mole lo que más triunfó, la verdad.

Luego llegamos a un problema… no sabíamos que bao ni que hamburguesa pedir. Así que si no recuerdo mal… pedimos todos. Eso sí, las hamburguesas pensábamos que serian más grandes. Aunque en realidad las compartimos y perfectas para probar de todo.

Pedimos la Pelayos con ternera, bacon, cheddar, cebolla caramelizada y salsa Pelayo (sea lo que sea eso) y la Triple Queso que creo que se explica sola.

Pero ojo… aun quedaban los baos. Tienen 4 tipos y pedimos tres. Pedimos el Salao con chipirones a la andaluza y mahonesa vittelo (sea lo que sea eso…. Otra vez); el Gringo con pollo crujiente con aderezo yankee (nuestro yankee no supo decirnos qué es) y pepinillos encurtidos en yuzu; y el Ibérico con panceta ibérica lacada con salsa coreana.

Nos dejamos fuera el oriental con langostinos tempura y mahonesa kimchi porque insistieron en pedir algo que todos comiéramos, pero seguro que esta buenísimo también.

Y como ya que estábamos había que rematar la faena… postres. La tarta de limón que a Paula y a Will cada vez que lo oyen les hacen chiribitas los ojos. Y una muerte por chocolate que la terminan en la mesa y te preguntan si quieres caramelo, chocolate con leche o chocolate blanco por encima. O todos. Adivinad qué pedimos.

Ya aquí nos pedimos una copa y pensábamos luego ir a algún sitio y volver a casa en taxi/Uber lo que sea. Pero por desgracia esa noche el Madrid ganó la Champions. Por desgracia para nosotros, claro. A los demás no les gusta el futbol y yo soy del Valencia, por eso lo digo. Vamos a evitar lapidaciones aquí.

Así que nos tocó salir corriendo a por el ultimo metro y subir andando 3 o 4 pisos de escaleras porque inexplicablemente el metro aun estaba abierto pero las escaleras estaban apagadas. Muy práctico todo, la verdad.

El domingo por la mañana nos despertamos sin tortitas, hicimos un desayuno más tradicional con nuestras tostadas con tomate y jamón. Y luego nos fuimos a dejar las maletas a la consigna de Atocha. Pero oh sorpresa, no hay consigna. No se si es desde el COVID o desde cuándo, pero la consigna de Atocha esta cerrada. Así que nos fuimos al Museo Reina Sofia con la maleta. Menos mal que un buen trabajador nos indicó la puerta del museo con consigna (y menos cola). Dentro se estaba super fresquito.

No os voy a mentir, yo tenia muchas ganas de ir para ver la exposición sobre la propaganda y los carteles de la Republica y la Guerra Civil y para ver el Gernika de Picasso. Si, no lo había visto aun, se que tiene delito.

El cuadro me encantó y me hubiese quedado allí viéndolo más rato porque hay mil detalles. Pero había muchísimo ruido. ¿La gente no es capaz de callarse en un museo? Bueno, tampoco entienden el concepto “No foto” porque las pobres trabajadoras… incluso un par de veces fuimos Paula y yo las que dijimos a alguien “eh, ha dicho no foto” y ellos ah si bueno...

Por favor, no es tan difícil.

De aquí nos fuimos a por las maletas y a comer a La Musa de Espronceda. Aquí comimos de tapas y pinchos, aunque es verdad que a la hora que llegamos había algunos que no tenían. Pedimos varios pinchos, no sabría deciros cuales porque entre los que pedimos en la primera ronda y los que pedimos en la segunda porque no había de esos. Y los que tenían fuera de carta. Pero os la recomiendo. También pedimos raciones de croquetas, huevos rotos, morcilla y ¡la verdad es que estaban buenos!

Eso sí, me he dado cuenta de que en Madrid puedes pedir agua y te la ponen del grifo y no te la cobran. Pues en la de Espronceda no te sacan la botella, te sacan vasos. A mi me sabia mal molestarlos por cada vaso, pero Paula insistió en que de eso nada y que, sino que se compren botellas. Os lo digo por si sois como yo que bebéis mucha agua, para que lo sepáis.

De aquí nos fuimos al Retiro a descansar un rato a la sombra y a hacer tiempo porque el tren a Barcelona salía a las 17 y el mío a Valencia a las 18. Así que viendo cómo se llenaban las calles de Madrid de aficionados preparados para llenar Cibeles acabamos el fin de semana en Madrid.

He de reconocer que empezó mal, bastante mal. También porque la semana empezó mal. Pero si un fin de semana fuera ayuda a mejorar cualquier semana, si es en buena compañía más.

Hasta aquí las aventuras y desventuras por una ciudad que (lo siento, pero es así) está un pelín sobrevalorada. O yo la he visto poco. Prometo que es la última pullita que digo de Madrid…. Hasta la próxima visita.

¡Sed Felices!

domingo, 24 de julio de 2022

Escapada a Madrid: bares y gente... mucha gente.

Improvisadores, lo prometido es deuda. Os prometí contaros el fin de semana en Madrid y ahora que tengo un rato… me pongo manos a la obra.

Vamos a partir de que, a mí, que me perdonen los madrileños, pero Madrid… meh. Tampoco es que Barcelona sea maravillosa. Las ciudades grandes me agobian, y mira que yo vivo en Valencia. Pero en Madrid parece que todo el mundo va enfadado, con prisas, corriendo. Gente, siempre hay gente por todas partes. En resumen, que yo iba sin ningunas ganas de ver Madrid. ¿Y ara qué iba? Porque una de mis amigas, Paula, que antes vivía en Barcelona ahora vive en Madrid. Y le hacía ilusión. Así que pido perdón por adelantado a todos los madrileños.

Pero además a mi me pilló en muy mala semana, malísima. Todo muy tenso por cosas de casa y de trabajo. Y además a 1h de irme a la estación discutí con mi madre. Y discutir con mi madre es como discutir conmigo misma porque reaccionamos igual y actuamos igual. Así que es… absurdo. Antes de subirme al tren la llamé y le dije: no quiero irme a Madrid y que te quedes pensando que estoy enfadada contigo. ¿Su respuesta? No, si yo contigo no estoy enfadada. ¿Lo veis? Igualitas.

Volviendo al viaje, tenia yo billetes para el último tren del día, por eso de que es más barato. Llego a Madrid a las 23h. “Es fácil pillar taxi” dijeron. Os diría que no me hagáis hablar, pero es el punto central de esta historia que empieza conmigo queriendo volverme a la terreta en cuanto puse un pie en Madrid.

Llego a la parada de taxis. Y hay una cola inmensa. No pasa nada, se hace la cola. No tengo problema. Llega el turno de la pareja de delante y los taxistas dicen que no, que ahí no se recoge, que vayamos al principio de la parada. Vale. Vamos al principio. Y cuando estamos en el principio vuelven a subir a gente desde donde estábamos nosotros. Claro… mosquea. Pero entonces los peatones se tiran a los carriles de los taxis a subirse a uno. Pero es que los taxistas empiezan a bajar de los coches para discutir entre ellos. Y yo flipando.

Cuando llevaba ya 1h intentando subir a un taxi después de una semana horrible y un día peor… mis ganas de volver a meterme en Atocha a esperar al primer tren iban en aumento. Encima llamé a mi amiga y que se riesen la verdad no ayudó. Pero lo entiendo, yo también me hubiese reído estando de cena. Digo bueno, me voy por la avenida y algún taxi parará. Después aprendí que por lo visto en Madrid los taxis en zona de parada no paran. Os juro que yo quería tirarle la maleta a alguien a la cabeza. Ni confirmo ni desmiento que maldijese y blasfemase respecto a Madrid en voz muy alta y delante de madrileños. Pero cada segundo que pasaba entendía más a Paco Martínez Soria con esto de la ciudad no es para mí.

Por fin Paula tuvo a bien enviarme un Cabify a recogerme. Y menos mal. Porque si no os prometo que, entre la pelea de taxistas, la semana de mierda y que estaba en Madrid… mal. Dormí en la gloria, os lo voy a decir. En el sofá, sí. Pero fuera de las calles de Madrid. Que angustia de ciudad.

El sábado por la mañana empezó bien porque el novio de Laura nos preparó tortitas americanas auténticas. Y son autenticas porque él es de Filadelfia, no me llevéis la contraria. Ya os dejaré la foto por Instagram porque menuda mesa de desayuno se organizó en un momento. Después dijeron que íbamos a dar una vuelta por Casa de Campo. Eso sí me gustó, el laguito era super agradable y no parecía que estuviésemos en Madrid.

Y entonces dijeron: vamos al teleférico que es un paseo. Un paseo en un secarral al sol, pero un paseo. Pero oye, el teleférico también me gusto. Tengo que reconocerlo. Entró una avispa y casi nos da un infarto, pero me gustó. Y entonces fuimos al Templo de Debod que no lo había visto nunca y eso que he estado veces en Madrid.

De aquí decidimos que era momento de ir a tomarse algo fresco a la sombra porque estaba haciendo un calor de derretirse al respirar. Y luego fuimos a comer al que es desde ese día mi bar favorito de Madrid. El Bar La Gloria. No tengo foto de la comida, porque nos lanzamos y estaba buenísima. Pero el ranking que hicimos entre todos de lo que más nos gustó. Y, obviamente, os lo voy a dejar aquí escrito:

1.- El croquetón. Un primer puesto por unanimidad. Un indispensable si vais. Hacedme caso.

2.- Mollete de pringá. Estaba jugoso, el pan increíble. De hecho, pedimos dos para los 7 para poder degustarlo bien.

3.- Tomate rosa. La mejor idea que tuve desde que decidí ir a Madrid. Un tomate rosa con mucha carne y mucho sabor y bien acompañado con un aliño increíble. Buenísima idea para equilibrar un poco, que parece que cuando vamos a comer fuera nos tiramos a los fritos solo.

3.- Ensaladilla. En otro merecidísimo tercer puesto porque no pudimos decidirnos esta la ensaladilla sin guisantes. De esta también pedimos dos. Y en serio, como si fuera la de mi madre.

4.- Cachopo. Lo sé, no es andaluz y esto es una taberna andaluza, pero estaba muy muy muy bueno.

5.- Berenjenas con miel. Es un plato seguro, es muy difícil que salgan mal. Pero también es muy fácil que salga la berenjena aceitosa. Pero estaba perfecta.

6.- Albóndigas de choco. Yo no las probé, no me gusta el marisco ni nada así, pero dijeron mis amigos que no era lo que ellos esperaban, por eso el último puesto.

Todo esto con dos vermuts, dos tercios, dos cañas, una copa de vino…. 18 euros por cabeza. ¡En Madrid! Comida increíblemente buena y por 18 por cabeza con bebida… no puedo recomendarlo bastante.

Y.… lo voy a dejar aquí que sino se me junta una recomendación con la otra reseña y esto es un caos!

¡Sed Felices!