domingo, 24 de julio de 2022

Escapada a Madrid: bares y gente... mucha gente.

Improvisadores, lo prometido es deuda. Os prometí contaros el fin de semana en Madrid y ahora que tengo un rato… me pongo manos a la obra.

Vamos a partir de que, a mí, que me perdonen los madrileños, pero Madrid… meh. Tampoco es que Barcelona sea maravillosa. Las ciudades grandes me agobian, y mira que yo vivo en Valencia. Pero en Madrid parece que todo el mundo va enfadado, con prisas, corriendo. Gente, siempre hay gente por todas partes. En resumen, que yo iba sin ningunas ganas de ver Madrid. ¿Y ara qué iba? Porque una de mis amigas, Paula, que antes vivía en Barcelona ahora vive en Madrid. Y le hacía ilusión. Así que pido perdón por adelantado a todos los madrileños.

Pero además a mi me pilló en muy mala semana, malísima. Todo muy tenso por cosas de casa y de trabajo. Y además a 1h de irme a la estación discutí con mi madre. Y discutir con mi madre es como discutir conmigo misma porque reaccionamos igual y actuamos igual. Así que es… absurdo. Antes de subirme al tren la llamé y le dije: no quiero irme a Madrid y que te quedes pensando que estoy enfadada contigo. ¿Su respuesta? No, si yo contigo no estoy enfadada. ¿Lo veis? Igualitas.

Volviendo al viaje, tenia yo billetes para el último tren del día, por eso de que es más barato. Llego a Madrid a las 23h. “Es fácil pillar taxi” dijeron. Os diría que no me hagáis hablar, pero es el punto central de esta historia que empieza conmigo queriendo volverme a la terreta en cuanto puse un pie en Madrid.

Llego a la parada de taxis. Y hay una cola inmensa. No pasa nada, se hace la cola. No tengo problema. Llega el turno de la pareja de delante y los taxistas dicen que no, que ahí no se recoge, que vayamos al principio de la parada. Vale. Vamos al principio. Y cuando estamos en el principio vuelven a subir a gente desde donde estábamos nosotros. Claro… mosquea. Pero entonces los peatones se tiran a los carriles de los taxis a subirse a uno. Pero es que los taxistas empiezan a bajar de los coches para discutir entre ellos. Y yo flipando.

Cuando llevaba ya 1h intentando subir a un taxi después de una semana horrible y un día peor… mis ganas de volver a meterme en Atocha a esperar al primer tren iban en aumento. Encima llamé a mi amiga y que se riesen la verdad no ayudó. Pero lo entiendo, yo también me hubiese reído estando de cena. Digo bueno, me voy por la avenida y algún taxi parará. Después aprendí que por lo visto en Madrid los taxis en zona de parada no paran. Os juro que yo quería tirarle la maleta a alguien a la cabeza. Ni confirmo ni desmiento que maldijese y blasfemase respecto a Madrid en voz muy alta y delante de madrileños. Pero cada segundo que pasaba entendía más a Paco Martínez Soria con esto de la ciudad no es para mí.

Por fin Paula tuvo a bien enviarme un Cabify a recogerme. Y menos mal. Porque si no os prometo que, entre la pelea de taxistas, la semana de mierda y que estaba en Madrid… mal. Dormí en la gloria, os lo voy a decir. En el sofá, sí. Pero fuera de las calles de Madrid. Que angustia de ciudad.

El sábado por la mañana empezó bien porque el novio de Laura nos preparó tortitas americanas auténticas. Y son autenticas porque él es de Filadelfia, no me llevéis la contraria. Ya os dejaré la foto por Instagram porque menuda mesa de desayuno se organizó en un momento. Después dijeron que íbamos a dar una vuelta por Casa de Campo. Eso sí me gustó, el laguito era super agradable y no parecía que estuviésemos en Madrid.

Y entonces dijeron: vamos al teleférico que es un paseo. Un paseo en un secarral al sol, pero un paseo. Pero oye, el teleférico también me gusto. Tengo que reconocerlo. Entró una avispa y casi nos da un infarto, pero me gustó. Y entonces fuimos al Templo de Debod que no lo había visto nunca y eso que he estado veces en Madrid.

De aquí decidimos que era momento de ir a tomarse algo fresco a la sombra porque estaba haciendo un calor de derretirse al respirar. Y luego fuimos a comer al que es desde ese día mi bar favorito de Madrid. El Bar La Gloria. No tengo foto de la comida, porque nos lanzamos y estaba buenísima. Pero el ranking que hicimos entre todos de lo que más nos gustó. Y, obviamente, os lo voy a dejar aquí escrito:

1.- El croquetón. Un primer puesto por unanimidad. Un indispensable si vais. Hacedme caso.

2.- Mollete de pringá. Estaba jugoso, el pan increíble. De hecho, pedimos dos para los 7 para poder degustarlo bien.

3.- Tomate rosa. La mejor idea que tuve desde que decidí ir a Madrid. Un tomate rosa con mucha carne y mucho sabor y bien acompañado con un aliño increíble. Buenísima idea para equilibrar un poco, que parece que cuando vamos a comer fuera nos tiramos a los fritos solo.

3.- Ensaladilla. En otro merecidísimo tercer puesto porque no pudimos decidirnos esta la ensaladilla sin guisantes. De esta también pedimos dos. Y en serio, como si fuera la de mi madre.

4.- Cachopo. Lo sé, no es andaluz y esto es una taberna andaluza, pero estaba muy muy muy bueno.

5.- Berenjenas con miel. Es un plato seguro, es muy difícil que salgan mal. Pero también es muy fácil que salga la berenjena aceitosa. Pero estaba perfecta.

6.- Albóndigas de choco. Yo no las probé, no me gusta el marisco ni nada así, pero dijeron mis amigos que no era lo que ellos esperaban, por eso el último puesto.

Todo esto con dos vermuts, dos tercios, dos cañas, una copa de vino…. 18 euros por cabeza. ¡En Madrid! Comida increíblemente buena y por 18 por cabeza con bebida… no puedo recomendarlo bastante.

Y.… lo voy a dejar aquí que sino se me junta una recomendación con la otra reseña y esto es un caos!

¡Sed Felices!

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