martes, 15 de septiembre de 2020

Breakfast at Tiffany's... digo, en Cuenca

Improvisadores,

Os va a sorprender, porque me sorprendí yo, pero resulta que la escapada a Calpe no fueron mis únicas vacaciones. Os explico. Además, aprovecho para publicar este recuerdo de Agosto en pleno septiembre, para los que estamos teniendo una vuelta al cole complicada.

Mis amigos Gemma y Martín tuvieron una hija hace dos meses, es muy cuqui, muy mona y muy… bebé. Así que están teniendo un verano diferente e intenso. El sábado (mientras estaba en Calpe) me escribió mi amiga y estaba un poco agobiada. Así que le escribí a su marido.

“Te escribo para preguntarte si es una locura que vaya esta semana a pasar un día. Me ha escrito y la noto un poco agobiada de la vida”. Y así empezó la mejor sorpresa del 2020. No lo sabéis, pero a él le cuesta mucho guardar un secreto, y tuvo que hacerlo desde el sábado hasta el martes. De hecho, le dijo que tenía una sorpresa, pero no podía decirle cual. Pero se lo perdonamos.

Desde el sábado nos fuimos organizando, y el martes a las 7.30h de la mañana salía yo de mi casa camino a su pueblo. No sabéis lo emocionada que estaba, se me hizo el camino cortísimo. Que, por cierto, ¿cómo es tan bonita Cuenca con tantos girasoles? Disfruté del paisaje un montón, porque han puesto el limite en 90km/h y no estoy yo para pagar multas. Sobre las 9.30h llegué al pueblo, aparqué el coche y me puse debajo de la ventana. Martín le gritó que se asomase a mirar una cosa. Y cuando Gemma se asomó se quedó mirándome como diciendo: ¿Qué está pasando? No entendía nada. Era muy gracioso para los demás, porque lo sabían todos menos ella. Y entonces ya por fin: ¡Estas aquí! ¿qué haces aquí? Y yo: pues, desayunar…

No se si se aprecia la cantidad de girasoles que había (aclaración: no conducía yo).

Luego me lié y me quedé dos noches, pero eso es otro tema. Esa mañana después de desayunar (que es a lo que iba) nos fuimos a pasar la mañana a Cuenca, que ya habíamos estado todos, pero por dar una vuelta. Tomamos algo, la niña se echó la siesta de su vida mientras la subían y bajaban por las cuestas… porque en Valencia no hay cuestas, y claro, nos pilla por sorpresa. Comimos en un restaurante que barato no fue, pero vale completamente la pena si vais, es el Romera. Además, os recomiendo ir con una madre que este dando el pecho, porque tenéis conductor designado seguro. Te queremos Gem. Se que así contado, el día no tiene nada interesante, pero pensad que fue lo más parecido a irme de vacaciones que he tenido este verano. Dos días en un pueblo pequeñito, a la fresca, sin nada más que hacer que leer, socializar, comer y beber.

Las casas colgantes de Cuenca, para quien no las haya visto

Justo al salir de comer empezó a llover, así que huimos hacia el pueblo de vuelta. La tormenta se fue acercando al pueblo y sobre las 20h empezó a llover y llover... y no paró hasta las 2 de la mañana. La verdad es que esa noche dormí a ratos, porque el agua caía con tanta fuerza que hubo un momento que parecía que era granizo. Pero qué fresquito se estaba. Había salido de Valencia a las 7.30h con 27ºC ya... y allí estábamos a 15ºC. ¿Hay algo mejor que oír llover? Sobre todo, si estas a cubierto, claro…

Al día siguiente desayunamos, y la idea era ir al rio, pero con la tormenta de la noche iba a estar imposible. Así que nos fuimos a dar una vuelta al mercado y a saludar a los tíos y primos de Martín. La verdad es que fue un día genial sin tener nada así del otro mundo. Paseo por el mercado, torrà (o barbacoa, como queráis llamarlo), siestorra, ganar a Martín a un juego de mesa… todo bien.

Y yo os prometo que mi idea era volver a cenar a Valencia. Pero Gem me dijo que si me quedaba. Y yo, que soy tan difícil de liar, dije bueno venga va. Lo mejor es que llamé a mi madre para decírselo y me dice: si yo no te esperaba hoy. Por lo visto yo era la única que pensaba volver a casa.

Esa noche venían a cenar los primos de Martín y tocaban pizzas caseras. Entre nosotros, yo creo que Gem me pidió que me quedase para que hiciera las pizzas. La verdad es que nos salieron tremendas, esta feo que yo lo diga. Y luego nos fuimos a ver la lluvia de estrellas. No he visto unas estrellas tan brillantes nunca (bueno, en El Bonillo). Nada como no estar en la ciudad. Ya os dije que desde la desescalada todo me parece más bonito, pero imaginaos ver la lluvia de estrellas lo que fue. Y eso que estuvimos poquito rato porque hacia fresquito y la peque tenia hambre.

Esa noche dormí de lujo. Y el despertarte a 15ºC y salir a la fresca… eso aquí no lo puedo hacer, porque a la misma hora ya hay 25ºC. Esta vez sí, después de desayunar me fui de camino a casa de mi tía a recoger a mi abuela. La vuelta preciosa, girasoles, a 90km/h, la guardia civil en un stop (pero tranquis, todo ok).. y entonces autovía, llegas a la Comunidad Valenciana... y obras. Un solo carril. Estupendo. Estoy feliz. Nada, me dije: no tienes prisa, tienes música y poquito a poquito. 2h y media después llegué a casa de mi tía. Justo para comer y echarme dos buenas horas de siesta. Que no se vosotros, pero yo me las había ganado. Estar de vacaciones es cansado, ¿vale?

Como veis fueron dos días que puede que no tengan nada apasionante, pero creo que este año las cosas más mínimas parecen mucho más. Disfrutando de las pequeñas cosas, rodeada de gente a la que quiero y que me quiere, probando el helado de mandarina, disfrutando de simplemente estar sin hacer mucho más. No hemos pasado una pandemia para no disfrutar de las pequeñas cosas.

Ánimo con la vuelta a la realidad,

¡Sed Felices!