domingo, 8 de enero de 2017

Viaje improvisado a Noruega

Improvisadores, ¿Cómo ha ido la Navidad? ¿Y el principio del 2017? Espero que bien. Vengo a celebrar que hace un mes que me fui a Noruega. Y vosotros diréis: Pues para no gustarte volar no paras monina. Y tenéis razón, pero era una oportunidad de oro que se resume en: un billete comprado que se iba a desperdiciar, “¿Te vienes a Noruega?”. ¿Quién en su sano juicio iba a decir que no? Y me llevé mis apuntes y todo eh, no os penséis que soy una irresponsable.
Pero dejadme que empiece por el principio.
 Jueves 8 de diciembre del 2016
Nur y su amiga habían comprado los billetes para salir desde Alicante a las 7 de la mañana, no era mala idea, de no ser porque la amiga era la que vivía cerca de alicante y donde Nur iba a dormir el día anterior. Como odio volar, pero no quería tener que tomarme nada, opté por no dormir la noche anterior. Teníamos que salir de Valencia a eso de las 3 de la mañana, así que, en lugar de irme a la cama, me tumbé en el sofá a ver Los pitufos (no que yo lo eligiese, que es lo que estaban echando), y me dormí una hora y media y mal dormidas. En el coche de camino a Alicante puede que me durmiese, pero tampoco os penséis que fue lo más. Llegamos al aeropuerto, facturamos el maletón, pasamos el control de seguridad después de despedirnos de nuestros santos padres que nos habían llevado en coche y nos fuimos a la puerta de embarque. Una vez aposentadas en nuestros asientos en el avión y del maldito despegue, tardamos poco en dormirnos. Pero encima tampoco dormí del tirón (son 4.30h de viaje), porque el avión se mueve, vaya si se mueve. Hubo un momento de turbulencias que Nur pensó que yo estaba durmiendo, pero lo que pasa es que preferí no abrir los ojos. Al final acabé viendo Big Bang Theory y Friends que lo pusieron en las pantallas del avión. Hasta que por fin aterrizamos en Trondheim a las 11 de la mañana. No sin antes darme un maldito susto de muerte, porque estábamos atravesando la nube para bajar hacia la pista y resulta que había niebla, que yo no lo sabía, así que cuando se acabó la nube estábamos ya prácticamente tocando el suelo y casi me da un mini infarto. 
Aquí el amanecer desde el avión. 
Recogimos la maleta que salió de las primerísimas y nos fuimos a por el autobús para la ciudad. Allí nos encontramos con otros españoles que bajaban en la misma parada que nosotras, así que lo de no saber pronunciar las paradas no fue un problema. Allí nos encontramos con Marta (también conocida como la amiga a la que iban a visitar en primer lugar) que nos dio una vueltecita por el centro aprovechando que hacia sol. Pero no tardó mucho en empezar a chispear, así que nos fuimos hacia su casa (que a todo esto nosotras íbamos con el maletón y las mochilas a cuestas).
Las casas encima del río en Trondheim (que en realidad el centro queda como una isla entre el río y el fiordo).

¡Oh blanca (ya veréis) Navidad!

La catedral no entra en una foto, ya lo siento. 
 Fue llegar a casa de Marta y entrarme un sueño… no sabéis cuánto. Encima allí a las 14.30 se hacía de noche, imaginaos. Sobre las 3 o 4, no sé, fuimos a por su hija a la guardería y luego comimos. Y entonces sí que podían olvidarse de mí. De hecho, me quedé dormida en el sofá con ellas hablando y la niña jugando por ahí. Pero vamos, que yo desaparecí y me desperté cuando llegó Andrés (también conocido como el marido de Marta). La tarde se me hizo larga, a pesar de estar durmiendo. Que se haga de noche a las 14.30 te da ganas de cenar y acostarte a las 6 de la tarde. Y más con el sueño que yo tenía. No cenamos muy tarde, y nos fuimos a dormir pronto, que no sabéis las ganas con las que pillé yo ese sofá cama. Gloria bendita amigos míos, gloria bendita.
Las vistas desde casa antes de que mi yo desapareciese. 
Pero bueno, sobreviví al avión sin necesidad de pastillas, sobreviví al aterrizaje, a la sorpresa de que no hiciese mucho frio al bajar, y a la tarde más larga de la historia. ¡No os vayáis que esto sigue mañana!
¡Sed Felices!

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