sábado, 14 de enero de 2017

Vuelta a casa de una pieza

Improvisadores, llegamos al domingo último en Noruega. Pero no estéis tristes, pronto tendré algo más que contar.
Domingo 11 de diciembre del 2016
Esa mañana no me levanté la primera, ni a las 8 de la mañana. Que soy tonta, pero aprendo rápido. Así que cuando me desperté ya había movimiento por casa. Creo que en general estábamos todos bastante cansaditos, así que tardamos bastante en dar cuenta del mega desayuno. Y después la decisión del día: ¿Qué hacemos hoy? Pues yo me aferré a mi colchoneta/trineo, pero Andrés y Nur quisieron probar el snowboard. Y claro, Bente tiene de todo en esa casa, cualquier actividad de nieve que se os pueda ocurrir... la tiene.
Así que pusimos rumbo a la colina de detrás de su casa otra vez. Problema: la nieva sobre la que nos habíamos tirado el día anterior estaba hecha hielo porque había llovido un poco, pero la nieve de la colina estaba demasiado blanda y se hundían las tablas de Snow. No la mía, yo me fui tirando mientras ellos aprendían a aguantar en la tabla más de 30 segundos. Eso sí, si al tirarte por la colina no llegabas al camino y te quedabas parado en la nieve antes… buena suerte. La primera vez que me pasó y bajé de la tabla me hundí por encima de la rodilla. A la siguiente ya le di más carrerilla y no me pasó, pero que minutos más eternos. 
Al cabo de un rato, Else se fue a la cabaña a empezar a hacer la comida. Poco después se fueron Marta, Andrés y Salma, que después de caerse el sábado de trineo y de estar cansada como todos, no estaba mucho por la labor de más trineos. Y ya por fin Bente, Nur y yo decidimos darlo por cerrado y nos bajamos a la cabaña. Aquí quiero reconocer mi error, porque el sábado por la noche cuando me caí en el hielo dije “estoy bien, ¡estoy bien!” pero (para los que no lo saben) tengo unas muñecas y unos tobillos que parecen hechos de cristal, así que tengo una colección de muñequeras y tobilleras que no os podéis ni imaginar. Mirad si me conoceré bien que me llevé una muñequera en la maleta, pero no era de las rígidas. Así que me la puse porque me dolía la muñeca, pero no quería desaprovechar un día como ese en Noruega por un dolor de muñeca. Pero claro, igual tirarte con una tabla que tienes que controlar con la fuerza de tus brazos y manos y luego estirar de ella por la nieve, pues tampoco fue muy inteligente por mi parte. De hecho, hasta el martes que volvimos a casa no pude ponerme una muñequera como dios manda. Y lo que pudo haberse arreglado en 10 días me duró casi un mes. Bueno, además está la cosa de que me escayolaron la mano una vez para 15 días, pero quedaban 7 de verano y al día siguiente me quité la escayola. Tampoco buena idea.
Sigamos con la nieve, que mola más que mi mano estúpida. Dejamos todos los trineos y bártulos en casa y Nur, Bente, Else y yo nos fuimos a un parque que quería enseñarnos. Tienen un campo de una cosa que se llama footgolf (yo tampoco lo había oído en la vida) pero que al parecer es muy popular por allí y que según Wikipedia tiene un origen incierto, aunque parece que existía en los años 20 – 30 en EEUU un deporte similar llamado codeball. Si alguien puede explicárnoslo mejor, sea bienvenido. Pasando el campo de footgolf y de tiro de herradura y cosas de esas tan diversas llegamos a donde quería ella. No sé si lo comenté en mi otro viaje a Noruega, pero creo que sí, allí se fían de todos, no como aquí que como dejes algo despistado un rato puede que no lo veas más. Pues era una zona de barbacoas y eso donde según nos dijo se juntan en primavera y verano todos los que tienen casas por allí y hacen un montón de juegos y todo. Y diréis ¿a qué viene lo de que se fían? Pues a que allí hay de todo lo que quieras: barbacoas portátiles, salsas, mantas, cojines, lo que queráis. Y lo mejor de todo: ¡un puñetero libro de visitas! Nos dijo que escribiésemos algo y Nur me miró con cara de “ya si eso lo escribes tú, ¿no?”.
Volvimos a casa a comer perritos calientes (¿Por qué me estuvieron tan buenos? Sería la nueve, porque ya veis el invento que tiene eso) y jugamos a juegos de mesa. Previamente habíamos recogido la maleta porque a las 17 nos teníamos que ir hacia la estación porque salía nuestro tren de vuelta a Trondheim. Volvimos a hacer dos viajes en el coche, así que Nur y yo nos fuimos primeras para esperar al resto en la estación. No había nadie y era de noche como si fuesen las once de la noche. Y empezó a nevar. Dejamos las cosas dentro de la estación (que básicamente era una habitación con calefacción) y salimos fuera. Tengo dos fotos intentando coger algún copo de nieve, pero parezco lerda, así que no las vais a ver. Pero la capa de nieve empezaba a formarse y las únicas huellas eran las mías y las de Nur. Fue, fantabuloso.
Nos subimos al tren y el pequeñín nos llevó a la estación donde hacíamos transbordo. Maldito frio infernal. Solo diré que el tren que iba de Trondheim a Olso vino cubierto de nieve y hielo. Y allí estábamos, en la calle. No es una estación demasiado bien pensada para un país con esas temperaturas, la verdad. Llegó nuestro tren y nos subimos otra vez en el vagón familiar. Solo decir que la zona de juegos para niños tenía hasta un tubo de esos por el techo para que se metiesen por dentro. Impresionante. Yo aproveché para leer más temas de opos y subrayar, porque el paisaje verse, lo que es verse, no se veía.
Cuatro horas después llegamos a Trondheim y, efectivamente, había nevado. Problema: el autobús que nos dejaba en la puerta no pasaba hasta 20 minutos después y hacia un frio infernal. Así que optamos por otro que nos dejaba más lejos y tuvimos que caminar por un camino entre árboles. Ya el viernes por la mañana habíamos ido por allí y tuvimos que cambiar de idea porque estaba cubierto de hielo, pero el domingo por la noche estaba impresionante. Al haber nieve no resbalaba, pero encima la nieve blanca, sin destrozar, brillaba con la luna que parecía que estaba a punto de aparecer Olaf y cantarnos la canción de Frozen. No, en serio, precioso. Por fin llegamos a casa, cenamos y creo que caímos en la cama como si no hubiésemos dormido en años.
Lunes 12 de diciembre de 2016
El lunes amanecimos con -8ºC, así que Marta dijo que ella se quedaba en casa cuando Nur y yo le dijimos que nos íbamos al centro a comprar algunas cosas. Nosotras, como somos muy cabezotas, nos fuimos. Eso sí, yo con mis botas de pre esquí, lo que sea menos volver a caerme, que no tengo más muñequeras. Así que nos fuimos al mercado de navidad que habían montado en una plaza y allí compramos un arbolito de navidad estilo katiuska con otros muñecos navideños dentro. En la única parada que no aceptaba tarjeta. Así que nos fuimos al centro comercial a sacar dinero. ¿Vosotros encontrabais el cajero? Porque nosotras no. Compramos postales de navidad, pero no vimos el cajero. Le preguntamos a una señora, pero nos mandó donde no era. Así que le pregunté a un chico y nos indicó, pero como somos tontas perdidas, no lo veíamos. Así que nos lo volvimos a encontrar y nos preguntó que si lo habíamos encontrado… y nos acompañó hasta una cola que era bastante visible, la del cajero. Gracias amigo, no solemos ser tan lentas, es por el frio. Volvimos a por nuestro árbol y nos fuimos a dar una vuelta por el centro de Trondheim. Compramos una estrella de papel de las de navidad, que Nur quería traerse una. También compramos galletas de canela y rollos de canela en el supermercado. Al salir, compramos almendras garrapiñadas, que también hay aquí, pero allí les echan canela (¿cuantas veces he dicho canela en 4 líneas?) y aquí el vendedor se rio de/con nosotras por lo siguiente (que voy a traducir porque no tengo ganas de escribir en inglés):
Él: hace frio, ¿no?
Nosotras: sí, sí
Él: pues la semana pasada llegamos a -13ºC, mirad mirad (y nos enseña la piel de la mano que por poco y se le cae la mano entera)
Yo: bueno, en casa estamos a 13, pero por encima de 0.
Él: ¿en casa? ¿De dónde sois?
Nosotras: España
Él: y seguro que con 13 ya estáis con el abrigo “que frio hace” (y se empieza a reír)
Yo: ¡y con la bufanda! (Que digo yo, que, si se tiene que reír que se ría del todo, ya nos reímos nosotros cuando se van rojos en agosto).
Y ya nos fuimos a por el autobús. Pero aún era pronto, así que se nos ocurrió ir a ver la catedral, a ver si se podía visitar. Y llegamos 30 minutos antes de que cerrasen, así que dimos un vistazo rápido por dentro y aun le preguntamos a la mujer de la puerta sobre los órganos y muy amablemente nos dio toda la explicación de la falla y de cómo el órgano nuevo estaba conectado con el viejo y los tubos del fondo porque si no el sonido llegaba con retraso de un lado al otro de la catedral (si os dije que era grande). Al salir intentamos sacar una foto, pero no nos cabía de ninguna de las maneras en la foto, así que tenemos fragmentos de la fachada.

Lo mejor que se pudo hacer con la fachada de la catedral.
Volvimos a casa, comimos y empezamos a organizar la maleta porque el martes pronto teníamos que ir a por el avión, que se nos escapaba. La verdad es que fue un día bastante light, para compensar el fin de semana.
Martes 13 de diciembre de 2016.
Sí amigos, odio volar y mi hermana compró billetes para el martes 13. Que ni te cases ni te embarques. Total, Marta y Salma nos acompañaron a la parada del autobús directo al aeropuerto. Y estábamos un rato ya y allí no nos cobraba nadie. Y Nur y yo mirándonos en plan “déjalo, que si no dicen nada”. Y por cosas como esas es por las que al final la fama nos precede y nadie se fía de nosotros. Pero al final nos cobró a todos, es solo que para no cobrar en cada parada lo hace en la parada ultima antes de salir hacia el aeropuerto. Llegamos allí e hicimos el check in con una máquina, así todo muy moderno, con la azafata mirando al horizonte sin hacer mucho. Que no digo que no trabajen, ojo eh, pero que podría haber echado una mano a más de uno que parecía perdido, también. Facturamos la maleta y nos vamos hacia el control de seguridad. ¿os he dicho ya que era martes 13? Pues yo me había olvidado que llevaba en el bolso dos botellas pequeñas de agua que habíamos comprado en el avión de ida, en las cuales quedaba un dedo de agua en cada botella. Me quito el abrigo, la manta toledana que llevaba por bufanda, la otra chaqueta, las botas, todo. Y adelante. Oh, oh. Me habla en noruego la de seguridad. “Sorry, what?” y Nur “que, si puede abrir tu bolso” “ah, sí, vale”. Digo yo, que primero debería pedírmelo en un idioma que entienda yo, como en inglés, ¿no? Y segundo ¿pueden abrir tus cosas sin que estés delante, aunque le hayas dicho que sí? Lo pregunto porque de verdad no lo sé. De hecho, estaba poniéndome las botas para ir donde estaba ella cuando Nur me dijo “eh, ¡que lo está abriendo ya!”. Que no llevaba nada, pero vamos, curiosidad pura. Entonces me viene con las dos botellas en la mano y me dice súper seria: no puedes pasar con esto (esta vez en inglés y con un tono nada agradable, por cierto) y entonces cogí las dos botellas, me las acabé y le dije “¿y ahora?” asintió y se fue a dar por saco a otra persona. En serio señora mía, un all bran, o un abrazo o algo le hace falta, porque vamos... por dos dedos de agua no hace falta ni ese tono ni ese gesto.
En fin, sigamos adelante. Nos fuimos a comer, porque la comida del aeropuerto es cara, pero la del avión más aún. Así que comimos por ahí y nos fuimos rápidamente a nuestra puerta de embarque y enseguida abrieron y empezamos a embarcar. Yo me comporté muy bien y no dije a nadie que me daba mucho miedo volar. Quizá porque me había tomado un Valium, eso influye. Curiosamente a pesar del Valium, estuve leyendo más temas en el avión. Se ve que ya me daba todo igual. Mientras, Nur se fundió la batería de mi móvil jugando al monopoli. Hasta que se burló de mí en el aeropuerto de Alicante. Aterrizar y despegar me tensa de sobremanera, así que imaginaos la situación. Yo me agarro a mis reposabrazos como si yo misma tuviese que hacer fuerza para frenar el avión, y en este caso también estrujé la mano de Nur. Pues por lo visto (que yo debería saberlo, no será que no he volado) los aviones al aterrizar hacen como dos paradas. Me intento explicar: el tembleque para y parece que han tomado tierra ya cuando en realidad es solo que están muy cerca y es entonces cuando toman tierra y tiembla el aparato infernal este. Pues yo, en este primer falso aterrizaje solté la mano de Nur y dije “uy, mucho más suave que en Trondheim”. No había acabado de decirlo cuando tomó tierra de verdad y puse la mano que acababa de soltar de Nuria en el asiento de delante y me salió del alma un “NOOOP”. Así que con eso Nur tiene risas para regalar. Y eso que yo solo cuento a todo el mundo como el sábado encalló el trineo y voló por los aires hasta estamparse en el suelo… (ups, otra vez). En Alicante recogimos nuestra preciada maleta y nos fuimos fuera a esperar a nuestros queridos padres que habían venido a por nosotras, una vez más. Entre cuando me fui a Londres y esto, han estado más veces en el aeropuerto de Alicante que desde que se construyó.
Adiós montañas heladas, ¡adiós!

¡Hola terreta!
Y amigos, sé que esta entrada es híper mega súper larga, pero no tenía mucho sentido desgranar tanto los últimos días, porque el jugo de la historia era la nieve, la catedral y mi martes 13 en el aire. Espero que os haya gustado o, sino, que por lo menos os haya recordado un poco a algún viaje que hayáis hecho o que queráis hacer o a alguien que esté fuera. Y que os haya sacado una sonrisita.
¡Sed Felices!

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