domingo, 13 de octubre de 2013

Noruega parte I: Valencia - Molde

Improvisadores, he estado visitando a Nur en Noruega y aquí os dejo la primera parte del viaje. Hoy: Valencia - Molde. 
Por la noche no podía dormir de los nervios, así que a las 5 de la mañana y sin apenas haber dormido 4h me levanté y me fui zombi a desayunar.
Últimas cosas en la maleta y a las 5:50 el taxi ya nos esperaba. Nos tocó un taxista simpático, de esos que te dan conversación de la buena. Al llegar a la estación del tren mi padre se dio cuenta de que solo llevaba 2 billetes. Adivinad a quien le faltaba el billete. Exacto, a mí. Pero por una vez tengo que admitir que las tecnologías son útiles. Renfe me había enviado un SMS con un enlace donde descargar un código y con eso es como si fuese un billete en papel. Nos aposentamos en nuestros asientos y al lado se sentaron tres coreano. Era gracioso verlos porque hablaban rápido pero comían y bebían realmente lento. Creo que esa botella de Coca-Cola les durará hasta Seúl. En una de las paradas del tren subió un matrimonio con su hijo y resulta que uno de los coreanos ocupaba su sitio. Eso también fue gracioso de ver, un coreano intentando entenderse con un sudamericano que no hablaba más que castellano. ¿Dónde ha acabado el coreano? A mi lado. A eso de las 7 nos fuimos a desayunar al vagón cafetería y al volver había perdido a mis padres en algún punto del pasillo y el coreano empezó a hablarme en inglés con un acento muy difícil. Mis padres volvieron y me convertí en la intérprete. Y así hasta casi las 10 que llegamos a Barcelona. La verdad es que el coreano me preguntó por todos los temas posibles: si siempre se mata al toro (no me preguntéis porqué me preguntó eso porque no lo sé); que se hace con la carne de toro; si curan al toro después de las banderillas; si hay mucha corrupción en España; los problemas sanitarios; si dormimos mucho; si no nos morimos de hambre al cenar tan tarde; a qué hora empieza la jornada laboral; el jamón; y casi puso a dieta a mi padre y le dio la risa cuando mi madre le dijo que mi padre había perdido peso.
La verdad es que el tema del jamón le marcó de por vida. Cuando se enteró que el jamón no está cocinado creo que casi le dio un ataque. No paraba de repetir que el cerdo crudo es peligroso y que contiene bacterias. Nos preguntó que si comíamos mucho jamón. Estaba preocupado porque él había comido el día anterior y le dije: nosotros hemos comido y seguimos vivos. Y me contesta: sí, estáis vivos pero tendréis bacterias en el cerebro. Total, que al llegar a Barcelona acabé con la tarjeta de visita de un médico de Corea del Sur. Si alguna vez vais y os pasa algo me avisáis.
Al llegar a la estación fuimos a por el cercanías para ir al aeropuerto. Muchos aviones y todo lo que tú quieras, pero la combinación para ir da asco. Llegamos allí y facturé mi maleta. Nos fuimos a tomar una Coca-Cola, pero a mí me estaba dando un ataquito y acabé tomándome un Valium. Yo era más partidaria de un tequila, pero no se puede contradecir a una madre. Pasado el control, me di cuenta de que soy más rápida poniéndome las botas después de los controles. Esperé un rato y enseguida salió mi puerta de embarque. Allí estaba yo en la cola rodeada de noruegos y en el túnel para embarcar conocí a una pareja curiosa con una niña monísima. Ella es de Chile y él de Castellón, pero viven en Noruega. Hacía dos días que habían vuelto de Chile, eso sí es hacer puntos de vuelo.
Ya en mi asiento me tocó al lado a una madre y a su hija. Menos mal que la hija hablaba inglés, porque la megafonía del avión daba mucho asco. Al tardar en salir de Barcelona, llegamos más tarde de lo previsto. Después de casi morir de vieja esperando mi maleta, me quedé enfrente de la puerta de salida. Había dos opciones “Nada que declarar” en verde y “Objetos que declarar” en rojo. Llamarme loca, pero creo que en cuestión de aduanas es mejor evitar el rojo.
Cruzada la aduana, resulta que la facturación en Oslo se hace con una máquina. Como no tenía ni idea de cómo hacerlo, he tenido que pedir ayuda a una de las trabajadoras del aeropuerto. Volví a pasar el control de seguridad y cambié euros por coronas. Esto me hizo valorar lo cómodo que es ir con el euro a todas partes. De todas formas, aun tenía que acostumbrarme a las coronas noruegas y no poner cara de susto cuando por un cruasán y una botella de agua me cobren 63. Si fuesen 63€ le estampaba el agua en la cabeza.
A las 19:15 salió en el panel la puerta de embarque de mi vuelo Oslo – Molde. Resulta que la puerta estaba en la otra punta del aeropuerto y casi me equivoco y me meto en la cola que no era. Pero no pasó nada porque son tan previsores que pusieron la puerta de embarque a las 19:15 y la abrieron a las 20:40. Después de esperar una hora y media puedo deciros que los noruegos son muy silenciosos. No hablaban entre ellos ni los que iban juntos en grupo. Y también puedo deciros que cuando te miran lo hacen directamente, nada de disimulo.
Cuando subí al avión resultó que una pareja ocupaba mi sitio porque habían puesto entre los dos una bolsa llena de zapatos. ¿En serio? ¿No tenéis una maleta? Total, que después de conseguir dejar mi maleta (porque también habían ocupado mi huevo en el portaequipajes) me senté  dispuesta a soportar otro viaje en avión. Después de despegar estaba tan cansada que me dormí. Como lo leéis, me dormí en el avión.
Me desperté a tiempo para ver el mini aeropuerto de Molde. Tras un aterrizaje horrible, bajé corriendo del avión porque allí sabía que me esperaba Nur. Entré en una mini sala con dos mini cintas para maletas y allí estaba Nur con Ali y Marta. Después de un superabrazo, de conseguir no llorar y de saludar a Ali y Marta, recogí mi maleta llena de 22kg de cosas para Nur y nos sentamos dentro del aeropuerto.

Después nos fuimos en busca del autobús que cuesta 30 coronas (3.9€) y por fin llegamos a la residencia, cenamos, pusimos el colchón extra en la habitación de Nur y nos fuimos a dormir. Estaba viajando desde las 6 de la mañana. Creo que me lo merecía. 
¡Sed felices!

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