Improvisadores, lo prometido es deuda. Os prometí contaros el fin de semana en Madrid y ahora que tengo un rato… me pongo manos a la obra.
Vamos a partir de que, a mí, que
me perdonen los madrileños, pero Madrid… meh. Tampoco es que Barcelona sea
maravillosa. Las ciudades grandes me agobian, y mira que yo vivo en Valencia.
Pero en Madrid parece que todo el mundo va enfadado, con prisas, corriendo.
Gente, siempre hay gente por todas partes. En resumen, que yo iba sin ningunas
ganas de ver Madrid. ¿Y ara qué iba? Porque una de mis amigas, Paula, que antes
vivía en Barcelona ahora vive en Madrid. Y le hacía ilusión. Así que pido
perdón por adelantado a todos los madrileños.
Pero además a mi me pilló en muy
mala semana, malísima. Todo muy tenso por cosas de casa y de trabajo. Y además
a 1h de irme a la estación discutí con mi madre. Y discutir con mi madre es
como discutir conmigo misma porque reaccionamos igual y actuamos igual. Así que
es… absurdo. Antes de subirme al tren la llamé y le dije: no quiero irme a
Madrid y que te quedes pensando que estoy enfadada contigo. ¿Su respuesta? No,
si yo contigo no estoy enfadada. ¿Lo veis? Igualitas.
Volviendo al viaje, tenia yo
billetes para el último tren del día, por eso de que es más barato. Llego a
Madrid a las 23h. “Es fácil pillar taxi” dijeron. Os diría que no me hagáis
hablar, pero es el punto central de esta historia que empieza conmigo queriendo
volverme a la terreta en cuanto puse un pie en Madrid.
Llego a la parada de taxis. Y hay
una cola inmensa. No pasa nada, se hace la cola. No tengo problema. Llega el
turno de la pareja de delante y los taxistas dicen que no, que ahí no se
recoge, que vayamos al principio de la parada. Vale. Vamos al principio. Y
cuando estamos en el principio vuelven a subir a gente desde donde estábamos
nosotros. Claro… mosquea. Pero entonces los peatones se tiran a los carriles de
los taxis a subirse a uno. Pero es que los taxistas empiezan a bajar de los
coches para discutir entre ellos. Y yo flipando.
Cuando llevaba ya 1h intentando
subir a un taxi después de una semana horrible y un día peor… mis ganas de
volver a meterme en Atocha a esperar al primer tren iban en aumento. Encima
llamé a mi amiga y que se riesen la verdad no ayudó. Pero lo entiendo, yo
también me hubiese reído estando de cena. Digo bueno, me voy por la avenida y
algún taxi parará. Después aprendí que por lo visto en Madrid los taxis en zona
de parada no paran. Os juro que yo quería tirarle la maleta a alguien a la
cabeza. Ni confirmo ni desmiento que maldijese y blasfemase respecto a Madrid
en voz muy alta y delante de madrileños. Pero cada segundo que pasaba entendía
más a Paco Martínez Soria con esto de la ciudad no es para mí.
Por fin Paula tuvo a bien
enviarme un Cabify a recogerme. Y menos mal. Porque si no os prometo que, entre
la pelea de taxistas, la semana de mierda y que estaba en Madrid… mal. Dormí en
la gloria, os lo voy a decir. En el sofá, sí. Pero fuera de las calles de
Madrid. Que angustia de ciudad.
El sábado por la mañana empezó
bien porque el novio de Laura nos preparó tortitas americanas auténticas. Y son
autenticas porque él es de Filadelfia, no me llevéis la contraria. Ya os dejaré
la foto por Instagram porque menuda mesa de desayuno se organizó en un momento.
Después dijeron que íbamos a dar una vuelta por Casa de Campo. Eso sí me gustó,
el laguito era super agradable y no parecía que estuviésemos en Madrid.
Y entonces dijeron: vamos al
teleférico que es un paseo. Un paseo en un secarral al sol, pero un paseo. Pero
oye, el teleférico también me gusto. Tengo que reconocerlo. Entró una avispa y
casi nos da un infarto, pero me gustó. Y entonces fuimos al Templo de Debod que
no lo había visto nunca y eso que he estado veces en Madrid.
De aquí decidimos que era momento
de ir a tomarse algo fresco a la sombra porque estaba haciendo un calor de
derretirse al respirar. Y luego fuimos a comer al que es desde ese día mi bar
favorito de Madrid. El Bar La Gloria. No tengo foto de la comida, porque nos
lanzamos y estaba buenísima. Pero el ranking que hicimos entre todos de lo que
más nos gustó. Y, obviamente, os lo voy a dejar aquí escrito:
1.- El croquetón. Un primer
puesto por unanimidad. Un indispensable si vais. Hacedme caso.
2.- Mollete de pringá. Estaba
jugoso, el pan increíble. De hecho, pedimos dos para los 7 para poder
degustarlo bien.
3.- Tomate rosa. La mejor idea
que tuve desde que decidí ir a Madrid. Un tomate rosa con mucha carne y mucho
sabor y bien acompañado con un aliño increíble. Buenísima idea para equilibrar
un poco, que parece que cuando vamos a comer fuera nos tiramos a los fritos
solo.
3.- Ensaladilla. En otro
merecidísimo tercer puesto porque no pudimos decidirnos esta la ensaladilla sin
guisantes. De esta también pedimos dos. Y en serio, como si fuera la de mi
madre.
4.- Cachopo. Lo sé, no es andaluz
y esto es una taberna andaluza, pero estaba muy muy muy bueno.
5.- Berenjenas con miel. Es un
plato seguro, es muy difícil que salgan mal. Pero también es muy fácil que
salga la berenjena aceitosa. Pero estaba perfecta.
6.- Albóndigas de choco. Yo no
las probé, no me gusta el marisco ni nada así, pero dijeron mis amigos que no
era lo que ellos esperaban, por eso el último puesto.
Todo esto con dos vermuts, dos
tercios, dos cañas, una copa de vino…. 18 euros por cabeza. ¡En Madrid! Comida
increíblemente buena y por 18 por cabeza con bebida… no puedo recomendarlo
bastante.
Y.… lo voy a dejar aquí que sino
se me junta una recomendación con la otra reseña y esto es un caos!
¡Sed Felices!
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