Improvisadores, hace unas semanas que volví
de mi semana de vacaciones en Andorra. ¿Sabéis que? Que echo de menos el fresco
andorrano. Pero bueno, ese no es el tema… más o menos.
El lunes 4 después de pasar por mercadona a
aprovisionarnos de almuerzo, comida y café, pusimos rumbo a Pas de la Casa. Con
tranquilidad, parando varias veces y disfrutando del paisaje. Pasamos por Sant
Climent que, para algunos no os dirá nada, pero para Paula y Elena quizá les
recuerde el momento en el que íbamos buscando los pueblos para mi trabajo final
de máster y me encontré con “San Clemente” y “Sant Climent”. En este punto yo
no sabía si eran los dos el mismo pueblo o pueblos diferentes, bendito
internet. Bueno, pues esa duda solucionadisima.
Cuando llegamos a Pas de la Casa a eso de las
6 de la tarde había una niebla de película de miedo. Nos dieron las llaves del
apartamento y fuimos a investigarlo. Lo mejor era el balcón que daba a los
pirineos, a un prado con vacas y un riachuelo. Ais, vacaciones. El caso es que
esa nube de niebla se iba de Pas de la Casa y entraba otra, como si fuese una
película de miedo. Y encima hacia frio. Y yo solo con una rebequita porque mi
madre dijo que no me haría falta más. Maldita sea, saquemos el edredón del
armario pero ya.
El martes nos dedicamos a hacer el primer día
de ruta por las iglesias románicas de Andorra que resulta que hay como mil. O
como 50. Si vais, os recomiendo ir primero al Centro de Interpretación Andorra
Románica que está en Pal y allí mismo empezáis la ruta. Además, todas las
tienen un guía y la visita es gratis. Sí se pagan los museos, pero con las
entradas de adulto incluye la entrada a otro museo. Además, con el carnet de
estudiante se reduce el precio a 2.5€, es decir, la mitad. Y con el carnet
joven es gratis. Es decir, que es bastante económico visitar las iglesias y
museos. Nosotros empezamos la ruta por la iglesia de Sant Climent de Pal. El
pueblo entero está incluido en el plan de protección de la arquitectura
tradicional desde hace unos años, así que vale la pena dar una vuelta. Vimos
muchas casas con una planta superior dedicada a secar tabaco, porque no sabéis
la cantidad de tabaco que se planta allí. Yo tampoco lo sabía.
Después de esta iglesia nos fuimos a Sant
Martí de la Cortinada que es mucho más grande y más reformada que la de Pal.
Pero también es preciosa además de tener una zona de sombra que da gusto. Como
se acercaba la hora de comer, nos fuimos en dirección a Encamp a ver la Iglesia
de Santa Eulàlia, pero al entrar es de esas iglesias en las que piensas: pues
una iglesia normal, de románico el campanario. Fuimos a comer a un restaurante
donde eran muy lentos y el camarero se ponía nervioso cada vez que pasaba por
nuestra mesa y veía que el que tomaba nota no había pasado aun a vernos. Aun así
conseguimos comer y a las 4 nos fuimos al museo casa de Areny-Plandolit que
según la guía es el único ejemplo de casa señorial de Andorra. La verdad es que
me gustó mucho porque tienen los objetos originales y puedes visitar las
habitaciones y está la ropa, los cacharros y hasta los juguetes. Además,
también hay una antigua consulta de médico del señor de la casa con material
antiguo. La verdad es que si tenéis que elegir un museo, os recomiendo
este. También está el centro de
interpretación de la Farga Rossell que fue la última fragua en cerrar. Aquí te
explican la historia del hierro y la industria en Andorra y después hacen una
demostración del funcionamiento de la forja del siglo XIX. Aunque a decir verdad
en mi opinión sobraba el video o el guía que repitió después lo mismo que el
video. Puestos a elegir prefiero que se quede el guía, por lo de defender la
profesión, que nunca se sabe.
De aquí nos fuimos a la última parada del día:
Sant Cristòfol d’Anyós. Como casi todas las iglesias están lo más alto posible
y desde aquí hay unas vistas increíbles. De hecho, la construyeron ahí para
vigilar la entrada del valle. A esta no pudimos entrar porque sólo abre dos
días a la semana, pero por si vais que sepáis que las pinturas románicas
también se arrancaron en los años treinta. De aquí ya pusimos rumbo a casa
porque aunque son pocos kilómetros, los puertos de montaña retrasan mucho.
El día siguiente fue otro día de rutas
románicas. Para empezar nos fuimos a Sant Serni de Nagol que está más o menos
allá donde Cristo perdió el gorro y subiendo. Es una iglesia de 1055 desde la
que se ve una ermita y (si no hubiesen construido fincas) la iglesia de Sant
Julià de Loria. Una vez más, la iglesia tenía un carácter defensivo. Según nos
explicaron es porque al ser un país neutral no podían tener castillos ni
fortificaciones, pero supongo que hecha la ley, hecha la trampa. Es una iglesia
pequeñita a la que no debe ir mucha gente ya que la guía estaba tumbada en el
porche con un cojín y un libro. Un trabajo tranquilo. De aquí volvimos a la
civilización y nos fuimos a visitar Santa Coloma. Para seguir con las
excepciones andorranas, esta iglesia es la única que tiene un campanario
redondo (más o menos). Nos dijo un guía que parecía casi un pique entre
iglesias así que acabaron con la única iglesia con ventanas geminadas dobles,
la única iglesia con un campanario redondo y otra con un campanario
extremadamente alto. Esto es lo que pasa cuando te picas con el vecino, que
luego la historia no sabe a santo de qué. Aquí en Santa Coloma nos encontramos
con una guía más preocupada por repetir el horario de las iglesias que por
hacer la visita y cada vez que llegaba alguien volvía a empezar. Desesperante.
En esta iglesia las pinturas también fueron arrancadas aunque se conservaron
algunas que estaban escondidas detrás del retablo. Además en el ábside hay una
miniatura de la virgen de los remedios decorada y digna de adulación si es
cierto que no ha sido restaurada nunca. Además, Santa Coloma está en el centro
del pueblo y si no aparcáis al lado sino en un parking que hay más arriba hay
un bonito paseo. Lo único malo es que el bonito paseo de vuelta es hacia
arriba, pero no es mortal.
Como se hacía ya la hora de comer, nos fuimos
en dirección a Sant Miquel d’Engolasters y antes de visitarlo decidimos comer.
Cerca de la iglesia está el lago d’Engolasters. Arriba de la cuesta hay un
restaurante y un parking para clientes, pero también podéis aparcar abajo e ir
hasta el lago por el camino de acceso al circuito de trial o bicicleta de montaña
o lo que sea. Aquí comimos a la sombra y disfrutando de las vistas y sin muchos
bichos, todo sea dicho. De aquí nos fuimos al restaurante a tomar el postre. No
pudimos entrar dentro porque estaba cerrado, así que nos tocó sentarnos al sol
en el chiringuito a sufrir helado en mano. Que bien podría haber sido gratis si
el camarero me hubiese confundido más tiempo con su amiga Carmen. Que oye, si
tenemos que ser amigos seremos amigos, no es tanto esfuerzo. Seguro que su
amiga Carmen tiene pinta de maja, como yo.
En fin, de aquí nos fuimos a Sant Miquel y
menos mal que llevábamos una guía porque el guía que había allí no se dignó más
que a darnos la razón en lo que nosotros íbamos suponiendo. Por no llevar no
llevaba ni el uniforme. Sant Miquel es una iglesia muy pequeñita con un
campanario de 17 metros que le queda como a un Cristo dos pistolas, o
extremadamente desproporcionado. Como queráis. Dentro vimos al típico
pantocrátor, pero resulta que es una copia y los originales no están, para
variar. Lo bueno que tiene es que está a
pie de carretera, así que no tenéis que escalar. Así se hace el románico, a pie
de carretera, a ver si aprenden los de Nagol.
Muertos de calor porque ese día decidió
calentar con ganas, nos fuimos a ver el conjunto de les Bons. En realidad lo
llaman “conjunto histórico” pero lo único visitable es la iglesia. También podéis
subir a una torre, pero sin más. Aquí en la iglesia conocimos al guía que más
mencionamos y recordamos de la historia: Albert. Él nos enseñó la iglesia de
San Román y fue con el que más nos reímos, con diferencia. A la pregunta de si
esa piedra tan blanda (parecida a la piedra pómez) aguantaba bien la humedad
dijo: si en Andorra no hay humedad. Para asegurarnos de que había entendido la
pregunta añadí: pero ¿ni con lluvia ni nieve? Y siguió negándolo. Querido
Albert, no puede ser que digas que no hay humedad si está todo verde y hay
riachuelos cada dos pasos. Además, él con el pelo largo y liso lo
tiene que notar, seguro. Me juego lo que queráis. El caso es que al acabar la
visita y explicarnos todas y cada una de las pinturas, le pregunté si todos los
guías de patrimonio son historiadores. Adivinad qué, no lo son. Él nos dijo que
era ingeniero deportivo. ¡Maldito sea el intrusismo laboral! Y menos mal que no
es ingeniero agrónomo, porque decir que no hay humedad…
Después estuvimos hablando un rato de sus
copríncipes y demás, yo no tenía claro si Francia y España pagaban a Andorra o
al revés y resulta que el presidente francés y el obispo de Urgell le cobran a
Andorra un buen pico cada año. ¿Las coprincesas llevaran solo medio vestido y
media corona? Lo investigaré antes de presentarme voluntaria. Si vais a Andorra
ojalá os toque Albert de guía, no como el de Sant Miquel o la de Santa Coloma.
De aquí nos fuimos a Sant Serni de Canillo
que está también arriba pero no os paséis como nosotros que nos fuimos
demasiado arriba. Es una iglesia normal y a través de un cristal se ven cuatro
muros de una iglesia románica, pero sin más si lo que buscáis son iglesias
románicas. De aquí nos fuimos a Sant Joan de Caselles, otra iglesia a pie de
carretera, donde aún se conserva la madera original y hay dos porches de épocas
diferentes. Además de un cristo policromado que encontraron hecho pedazos en la
propia iglesia. La verdad es que es una iglesia simple pero muy bonita, incluso
desde fuera. Además como el museo de la moto está al lado, se puede aparcar en
su parking y siempre está llena de gente. Por eso de que no hay que buscarla,
que está a pie de carretera. Esta iglesia, según entendí, no es de patrimonio
así que cierra al medio día.
De aquí ya nos volvimos a casa porque hay que
abastecer la mini nevera y decidir el plan para el día siguiente. Y abrazar el
edredón.
Al día siguiente nos levantamos y después de
organizar la ruta pusimos rumbo a Llivia. Para el que no lo sepa (como era mi
caso) Llivia es un pueblo catalán en territorio francés. Algo así como el
rincón de Ademuz. Más o menos. Aquí está la farmacia más antigua de Europa o
una de las más antiguas. Dicen mis padres que antes se podía visitar la
farmacia, ahora hay un museo y una especie de reconstrucción de la farmacia y
la oficina del farmacéutico, pero es bonito. Os recomiento visitarlo porque es muy interesante. Justo enfrente del museo está la
antigua cárcel y la iglesia. Si os gusta visitar iglesias, es una iglesia
bonita. Sí, normal y aun en uso, pero bonita. Pero eso sí, no busquéis postales
porque no venden. Malditos.
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Aquí la puerta de la cárcel |
De aquí salimos pitando hacia el Valle de Nuria. Sí, mi hermana tiene un valle. O no y es sólo casualidad. Nunca lo sabréis. El caso es que después de pagar una burrada para subir al tren cremallera que sube hasta allí (que suena un poco tacaño, pero jolín), nos tocó esperar un buen rato. Pero bueno, se lo perdonamos por ser una de las dos únicas líneas de tren cremallera de España y además se inauguró en 1931, hay que tener paciencia. Por fin llegamos arriba y el frio nos abrazó. Tanto que me puse la rebeca y el chubasquero, que no abriga pero reconforta. Comimos allí con nuestro picnic y después fuimos a visitar la ermita y la iglesia. Vale que la última vez que fui yo tenía como 5 años, pero a Dios pongo por testigo que allí había un caldero en una ermita y ahora ya no está.
Dentro de la iglesia se puede subir hasta
arriba y ver la habitación donde está la virgen de Nuria, pero yo me embobé en
cuanto entré porque había una chica restaurando pinturas. Creo que se pensó que
estaba loca porque me quedé un poco embobada. Así que cuando la habitación se
despejó empecé a hablar con ella y resulta que llevaba cuatro días con un trozo
que no mediría ni 50cm. Pero fue bastante simpática, sobre todo después de
dejar caer que era del gremio y no una cotilla sin más. Discúlpeme, soy una
cotilla titulada.
Y entonces tocó esperar al tren cremallera,
porque no os creáis que pasa cada cinco minutos tampoco. Así que nos fuimos a la
cafetería y me tomé un delicioso chocolate caliente. La verdad es que siempre que hemos visitado el Valle de Nuria paramos un gran dia. Con 5 años o con 23, es un sitio precioso. Y toda la zona de la Vall de Ribes es increible, los pueblos son maravillosos y os recomiendo tanto ir a visitarlos. Nosotros vamos cada x años, porque de verdad que nos encanta la zona. Aunque tengo que reconocer que la vuelta a casa fue larga y cuando llegamos el edredón me
sonrió.
Al día siguiente cruzamos la frontera hacia
el otro lado y nos fuimos a Foix. Fuimos justo el día que hacía un calor
infernal y había mercadillo. Que después dirán que aquí timamos a los turistas,
pero ojo que aquel panadero nos timó. Ahí se atragante, mala persona. Subimos
hasta el castillo de Foix, pero tampoco me apasionó. Si hubiese estado como la
casa museo, así con el mobiliario o algo. O vacío. Pero no exposiciones
aleatorias en cada planta. Que la exposición sobre Andorra no sé a qué viene.
Lo único salvable fue el libro de cacerías que escribió el mandamás y que han
digitalizado así que vas pasando las páginas en plan tablet.
En la oficina de turismo nos habían dicho que
cerca había un pueblo muy bonito, así que decidimos ir allí a comer. De camino
a Mirepoix me dormí, porque a todo esto la siesta no la he hecho mucho, pero la
siesta del borrego no la he perdonado ningún día. Por eso hay algún vacío
existencial en la historia, porque me he pegado unos sueñecitos en el coche que
vamos.
Llegamos a Mirepoix y nos comimos la quiche
que habíamos comprado al panadero timador. Que era un timador, pero estaban de
muerte. Después nos fuimos al centro del pueblo que no sé cómo lo encontramos
porque ahora que lo pienso mis padres fueron muy directos. Igual lo vieron
mientras yo dormía, no lo descarto. El caso es que es una plaza muy bonita con
una gran galería medieval donde se organizan teatros, tiendas artesanales y
mercados. La verdad es que vale la pena darse un paseo por la plaza y disfrutar
de las vistas. Además está la catedral con la nave más ancha de Francia, que
tampoco es despreciable y está toda pintada. Así que si pasáis por allí, marcad
Mirepoix como punto interesante. Además hay una heladería que hace esquina que
te mueres. Vale que los helados son de Ben&Jerry’s, pero se está tan bien
allí. En la oficina de turismo nos mandaron a “uno de los pueblos más bonitos
de Francia” y allá que nos fuimos. No hace falta que marquéis Camon en el mapa.
No tiene mucho que visitar, así que a no ser que queráis dar un paseo por un
pueblo pequeño o comer una crepe en una furgoneta-bar, no hace falta. Tampoco
descarto que en Mirepoix nos mandasen allí para que dijésemos “pues Mirepoix es
más bonito”.
Lo malo de cruzar fronteras es que luego hay
que volver y no sabéis la de colas que se organizan en Andorra para entrar y
salir. No porque paren en la aduana, sino porque el aforo del país entero debe
rebosar. El caso es que volví a casa sin que ninguna oficina de turismo me
diese información de Muret. Frustración sobre mí y vergüenza sobre sus oficinas
de turismo.
Al día siguiente arrastré a mi familia a más
de dos horas de coche para llegar a Muret. He de reconocer que fui perdiendo la
fe. No llegábamos nunca y empezaba a tener pinta de ser un pueblo con cuatro
casas muertas del asco. De hecho empecé a sugerir dar la vuelta porque no
valdría la pena. Hasta que sales de un mini bosque y aparece Muret a tus pies,
enorme. Porque claro, a ver si se pensaban que yo los llevo a sitios muertos
del asco o que un rey de Aragón se deja matar en cualquier sitio. El caso es que
llegamos más bien a la hora de comer y estaban recogiendo el mercado. Por una
parte mejor, no quiero vérmela con más panaderos timadores. Entramos en la
iglesia y aquí encontramos la única referencia a la batalla de Muret. Vamos a
ver, ¿tanto estudiarlo para esto? Después preguntamos a una buena mujer por la
oficina de turismo y nos dijo que era sábado, que estaría todo cerrado. Maldita
sea. Vergüenza también sobre esta oficina de turismo. El caso es que decidimos
ir a buscar algún sitio agradable para comer, pero antes hice que Nur cruzase
conmigo una carretera para hacerme la foto con el nombre de “Muret”, por lo
menos. Y entonces a mi padre le dio un cortocircuito y decidió ir a Lourdes. No
sé si sabéis donde está, pero más o menos de Muret está a tomar por saco a la
izquierda. Que se veían ya las señales en dirección a San Sebastián. Paramos a
comer a medio camino porque eran las 4 y ya rozaba la indecencia. Por cierto,
las ensaladas que venden en los supermercados no están tan buenas como parece.
La de pasta tenía un pase si le hubiesen quitado el pimiento, pero la de cerdo…
no señor. La cambié por un capuchino frio.
Llegamos a Lourdes y de repente la población
se ha transformado en grupos de enfermos, familia, monjas y curas. Megafonía
con música, megafonía con misa. Demasiada sacralidad, me cortaban todo el
sarcasmo y la ironía que viven en mí. Vimos de lejos la virgen porque la cola
que había no tenía nombre y después entramos a la iglesia donde había unos
mosaicos muy bonitos, todo sea dicho. Y después nos fuimos a comprar recuerdos
para las abuelas, pero no venden agua embotellada. Sólo encontramos una mini
botella y la mujer dijo que no le quedaban más. Igual yo soy mala persona, pero
seguro que más de uno hubiese dicho que sí, hubiese entrado a la trastienda a
llenar la botella con agua del grifo y lo hubiese vendido. Por una parte no
miente, porque es agua de Lourdes, por otra… voy a ir al infierno.
El caso es que después de un súper helado de
nata con sirope de chocolate me veía en muchas más condiciones de hacer de
copiloto de vuelta a Andorra. Así que el turno de la tarde (mamá y yo) nos
pusimos en los asientos de delante y seguimos las indicaciones del GPS. Al que
hay que llevar a desintoxicación porque debía estar borracho perdido porque no nos
devolvió por la autopista sino que nos metió por todos los malditos pueblos de
Lourdes a vete a saber dónde. Hasta que empezó a anochecer y nos plantamos en
una rotonda perdida de la mano de dios y el GPS decía que teníamos que seguir
por el puerto de montaña. Y mamá se amotinó y al grito de “¡un puerto!” dio
otra vuelta a la rotonda, se aparcó y le dijo a papá que se apañase. La verdad
sea dicha, en el puerto el corazón se me movió de sitio y casi sale disparado.
Carretera estrecha con niebla y solo nos faltaba la niña de la curva o las
brujas de Zugarramurdi. Por fin, a las once de la noche llegamos al
apartamento. Edredón, no sabes cuánto me alegro de verte.
El día siguiente por la mañana lo dedicamos a
bajar a Andorra a comprar, pero lo de que es más barato es bastante mentira. Si
no fumas, no te sale rentable. Y como yo no fumo, pues a otra cosa mariposa.
Volvimos a comer al apartamento y después de la siesta quisieron dar una vuelta
por los prados de detrás. Querían subir a un lago, pero yo decidí que me
quedaba a medio camino y me senté al borde del rio. No sé porque decidí meter
los pies en el agua y estaba tan fría que dolía. Pero allí me quedé por lo
menos una hora. Solo se oía el agua, ni las motos de trial escuché. Cuando
quise darme cuenta había una vaca a menos de 2 metros de mí y no la había visto
ni venir. Me quedé tanto rato allí sentada que las golondrinas pasaron a menos
de medio metro de mi cabeza y los mosquitos se posaron sobre mí. Pero fue una
hora genial. Ojala hubiese podido coger ese trocito de mundo y traérmelo a
casa. En su lugar grabé un video. De vuelta al apartamento pasamos en medio de
las vacas que rumiaban y los terneros que nos miraban fijamente.
Al día siguiente volvimos a Andorra porque
papá quería comprar una cosa en la única tienda que estaba cerrada el domingo.
Después de almorzar pusimos rumbo a casa, pero antes decidieron pasar por Sort
a comprar lotería. No sé si habéis ido alguna vez, pero tiene un camino con
curvas que te mueres. Y más si vas leyendo como yo. No me había mareado nunca
en el coche, y que horror. Quiero decir, ¿qué haces? Si has bebido hay quien
vomita y hay quien come y asienta el estómago, ¿pero en el coche? Como yo no
soy muy de vomitar, en cuanto pararon el coche para ir a comprar me comí un paquete
de papas. No sé qué ayudó si las papas o el hecho de estar parada, pero el caso
es que me encontré mucho mejor. Pero válgame, que mal lo pasé. Así de dedicada
estoy al trabajo del máster. Solo recordarlo me duele la tripa.
Paramos a comer allá por el desierto de Lérida
que más que Lérida parecía el desierto de Nevada. Y otra vez ignorando al GPS
borracho conseguimos llegar a casa sanos y salvos.
Hacía muchos años que no me iba de viaje con
mis padres, pero no han perdido las costumbres. Ha sido un viaje muy divertido
donde me han venido muchas ideas y además he disfrutado de un paisaje precioso.
Será porque es todo verde con ríos (aunque Albert diga que no), pero me parece
precioso. Quizá porque no lo tengo en casa. Lo mismo me pasa cuando voy a Francia
a ver a la familia, lo que no tienes te parece maravilloso y lo que tienes,
bueno eso es más rutina y trabajo, pero también es maravilloso.
Sé que no ha sido un gran relato de las
vacaciones, pero espero que me perdonéis. Espero que hayáis tenido un gran
verano y disfrutéis de lo que queda.
¡Sed felices!
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