Improvisadores,
Hoy traigo un fin de semana de
escapada increíble… de hace un año. Sí, se que es una barbaridad. Pero hace un
año tenía el blog aparcado por falta de tiempo y por falta de ganas, ideas,
creatividad… llamadlo como queráis. Pero Instagram me recordó que justo hace un
año estaba en Paris el 14 de diciembre de 2019 y he pensado, ¿Por qué no contárselo?
Así no os martirizo una semana más con el repaso de las entradas antiguas en el
blog.
Antes que nada, contexto. La idea
origina era irme con mi hermana y unos amigos a Disney de jueves a domingo. Emocionadísima
que estaba yo, que no voy a Disney desde hace a saber cuantos siglos. Total,
que nos íbamos el 12 de diciembre. Cual es mi sorpresa cuando un mes antes me
adjudican una sustitución en un instituto hasta el 19 de diciembre. Obviamente
tengo que aceptarla, así que… adiós, Disney. Y aquí, no se qué pasó, pero se
alinearon los planetas y me volví loca yo, pero también mi madre. Que un día de
broma le digo: nada, cambio el billete, compramos dos mas y de fin de semana en
París. Y mi madre dijo que sí. Y allá que nos fuimos.
Viernes 13 a las 8 de la mañana
yo llegando a trabajar y mis padres llegando a París en avión. Mi hermana en
Disney desde el jueves, por si alguien se lo pregunta. Total, mientras mis
padres se pegaban un viernes de lujo de pasear por Paris y comiendo de vicio,
yo estaba en el instituto dando las clases que me tocaban. Ya veis porque a mi
madre le gustó el plan. A las 14h acabé y salí volando al coche. Porque a todo
esto yo estaba trabajando a 40min de mi casa (si no hay tráfico). Total, llego
a mi casa, cojo la maleta y volando al metro. Comí en el aeropuerto porque no
me fiaba de mi misma… si como en casa pierdo el vuelo seguro. Pero esperad, que
encima el vuelo de mis padres había sido directo, pero el mío hacia escala en
Barcelona. Llegaba yo a París a las 22h. Un frío. Una lluvia. Pero es París, no
puedo quejarme. Mis padres me esperaban en el aeropuerto porque, al parecer,
ellos habían vivido su propia odisea por la mañana porque con la huelga de los
chalecos amarillos el metro tenia algunas paradas cerradas. Así que pensaron
venir a por mi y en taxi al hotel. Estábamos en el hotel Le Clement que así
visto no parece gran cosa, pero yo volvería a ir. Limpio, atentos, buena
localización… Cenamos en la habitación quiche que habían comprado mis padres y
yo… morí. Porque menudo día más completo.
Pero ojo, para día completo el
sábado. ¿Qué quieres hacer? Me da igual, si París ya lo conozco… pues de
momento a desayunar. Habría seguramente cafeterías muchísimo mejores, pero
acabamos desayunando en La Croissanterie que creo que es una cadena. Pero
mirad, a mi me encantó. Si por algo los croissants son franceses, qué buenos
estaban. Acabado el desayuno decidí que quería ir a Montmartre, uno de mis
sitios favoritos. Pero andando. Porque París es pequeñita para andarla entera,
lo sé. Pero con el lio del metro mis padres no se fiaban. Así que… París
arriba. Pasamos por el Louvre, jardín de las Tullerias… todo Paris lleno de
mercados de Navidad, con puestos de comida típica, recuerdos, más Navidad… Precioso,
la verdad. Pero qué lejos esta Montmartre. Llegando al Moulin Rouge tuve que
entrar a una farmacia a por tiritas porque yo no venía preparada para caminarme
Paris entero. Pero ah, ¿cómo se dicen tiritas en francés? Porque eso no os lo
he contado, mis padres se pasaron el viernes entero en Paris sin problemas, fue
aterrizar yo y ya era todo “Habla tú que hablas francés”.
Pero… ¿a que no os he dicho el nombre del restaurante? Bien, es porque os hubiese chafado lo mejor de la historia. No nos dimos cuenta de que ponía “Chez Ma cousine” (Casa de mi prima). Yo estoy un poco atontada en la vida y sé que lo que yo leí no tenía ningún sentido, pero lo se ahora, porque en mi cabeza leí “Chez Ma Cuisine” (Casa de mi cocina). Además, doble delito porque en valenciano prima se dice cosina, que es prácticamente igual. Pero además ponía “Chez Ma Cousine” y en pequeño debajo “Restaurant – cabaret”. Sí, tal cual. Como lo leéis. Ya decía yo que el salón con un escenario pequeño y cortinas rojas de terciopelo era raro, pero yo que se, es Francia. Y así es como acabamos mis padres y yo viendo un espectáculo en un restaurante cabaret rodeados de la tercera edad francesa. Pero no fue un cabaret al uso, esta vez era un showman – musico – monologuista que entretenía a la juventud con chistes verdes y cada cual más verde que el anterior. Y allí estaba yo… traduciéndoselo a mis padres para que no se quedasen excluidos.
Después de esta experiencia surrealista,
pusimos rumbo hacia Notre-Dame porque habíamos reservado un free tour nocturno
de leyendas y misterios, porque París ya la conocíamos. De camino hacia el tour
pasamos por la Rue Montorgueil. Os prometo que es la mejor calle de París. Está
llena de cafés, pero también de tiendas y además la gente que esta comprando no
son turistas. De hecho, nosotros la encontramos de casualidad. Me la he
guardado en Google maps como “La mejor calle de París” para poder volver. Aquí compramos
quesos, patés y foie que no hace falta que os explique lo estupendos que
estaban. Por fin llegamos a la zona de Notre-Dame. La verdad es que habiendo
estado allí antes de que se quemase y verlo ahora, se te parte un poco el corazón.
Esta rodeada de vallas y no puedes acercarte, lo que sí han puesto es una explicación
en las vallas de como se esta haciendo la restauración. Pero viéndola así, de
noche ya, da mucha lástima. Esta apagada y con ella todos los restaurantes y creperías
de la zona que solían estar llenísimos. Entramos en la Crêperie du Cloître a
merendar y estábamos solos. Cuando yo recuerdo aquella zona a reventar. Por
cierto… la crepe increíble. Si no hay decepción en ningún restaurante de París.
Por fin nos reunimos y empezó el freetour de leyendas y misterios. Os lo recomiendo porque es un tour increíble y las guías no pueden hacerlo mejor. Empieza en la Sorbona y acaba en el ayuntamiento de Paris. Además, por aquellas fechas estaba toda la plaza decorada de Navidad y estaba preciosa. El tour te cuenta historias que te cambian la visión del mercado de las flores o de Luis XVI (si es que tenéis una visión de Luis XVI). Acabamos el tour en la plaza del ayuntamiento y mi madre quería subirse al tiovivo, así que allá que fuimos.
Al lado del ayuntamiento esta la
placa que puso el ayuntamiento a los republicanos españoles de “La Nueve”, héroes
de la liberación de París. Y no, no tienen monumento en España hoy en día que
yo sepa.
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"Jardines de los Combatientes de la Nueve. A los Republicanos antifascistas españoles que continuaron su lucha participando en la2ª DB. Héroes de la Liberación de París." |
Llevábamos todo el día queriendo probar la Tartifflete que habíamos visto en el mercado de Navidad, pero estaba lejísimos de donde estábamos y en dirección contraria al hotel. Así que nos fuimos hacia el hotel. Y nos perdimos. Nos perdimos pero bien. Acabamos cenando en L'Annexe de la Petite Périgourdine. Yo me pedí una hamburguesa que estaba buena, mi madre no me dejó explicarle lo que le estaba diciendo el camarero y se comió un bocadillo de jamón y queso con mantequilla. Ella quería un sándwich mixto, pero no me dejó pedirlo y… bocadillo de jamón y queso. Mi padre creo que un steak tartar, que le tenia ganas. La verdad es que cenamos muy bien, pero estábamos tan cansados que ni lo apreciamos. Que no estaba lejos del ayuntamiento, unos 15 minutos andando si sabes donde vas, pero si estas perdido como nosotros… más. Y de aquí al hotel otros 15. Pero de verdad que no podíamos más con la vida. Llevábamos todo el día París arriba París abajo. Hicimos 25.000 pasos y no os miento.
Domingo por la mañana de… de nada
porque toca volver a casa. Si os he dicho que fue un viaje exprés. Recogemos
todo, pedimos un taxi y desayunamos en el hotel. La verdad que el desayuno es
un buffet pequeñito y simple, pero estaba muy bueno. Hasta tenían para hacer
huevos cocidos. Llegó el taxi y nos fuimos hacia el aeropuerto. Tengo que decir
que este taxista bastante más simpático que el del viernes. Estuvo hablándonos
de todo lo que podáis imaginaros. Chalecos amarillos, edades de jubilación,
pensiones, enfermeros, bomberos, policías, que él era profesor de francés en Túnez…
de todo. Y por fin llegamos al aeropuerto. Los que me seguís de hace tiempo sabéis
que a mi siempre me pasa algo en los aeropuertos. Entre eso y que odio volar…
Estamos esperando a mi padre con
las maletas y empiezan a llamar por megafonía al propietario de una bolsa
negra, que acuda a tal sitio. Y lo llaman otra vez. Y una tercera vez. Y
entonces me doy cuenta de que la bolsa está a 2 metros de nosotras. A su vez, a
3 metros de la bolsa un empleado de seguridad que no le quita el ojo de encima.
Cogí a mi madre y nos fuimos hacia seguridad y mi padre nos alcanzó ya de
camino. No tenia porque ser nada, pero a mi me pasa de todo siempre y no me la
voy a jugar. Pero por evitar un lío, otro. Llegamos a seguridad, pasa mi maleta
sin problemas y cuando voy a pasar… paran a mi madre. El de seguridad super
borde diciéndome que venga, que pasase por el arco. Y le digo que si me deja
quedarme con mi madre que no habla francés y la han parado. Que mal le sentó. ¿Por
qué han parado a mi madre? Por el queso, el paté y el foie. Os prometo que había
un señor de seguridad buscando queso. La señora de delante llevaba como 3kg de
queso y el de seguridad olio todos los paquetes. Sí, los olisqueó como si fuese
él el perro. Le dan el visto bueno a mi madre y pasamos las dos sin problemas. Recojo
mi maleta y paran la de mi madre. Resulta que hay poca comunicación en el
control de seguridad. Y lo llevábamos envuelto en papel albal y resultó
sospechoso. Y voy a explicarle al señor otra vez lo que es y mi madre por lo
bajini “si me lo van a quitar me lo como todo aquí eh”. Di que sí. Le expliqué
al señor lo que era, abrí los paquetes, que hasta le dije el tipo de paté por
si había dudas. Me veía yo ya sentadas en seguridad pegándonos una panzada de
patés y quesos. Pero no, conseguimos llegar a casa sanos y salvos y con las
compras intactas.
La verdad que escribir esto en
diciembre de 2020 se me hace raro. Como si fuese otra vida completamente
diferente y hace solo un año. Fue el último viaje al extranjero que he hecho y
me alegro de que fuera con mis padres. Mi madre durante el confinamiento lo ha
recordado mucho. Para los que no lo sabéis, mis padres y mi hermana son los
tres enfermeros, así que tener un recuerdo bonito reciente ayuda mucho. Para su
cumpleaños incluso le hice una quiche y mi padre y yo hicimos una tarta tatin
que no sé si se parecía mucho a la que se comió en aquel viaje a París, pero la
intención es lo que cuenta. Espero que pronto podamos volver a viajar, a
visitar a la familia. Este 2020 tampoco hemos podido reunirnos con la familia
de Francia, ni con la de aquí. Espero que pronto podamos empezar las entradas
con “vengo a contaros mi último viaje” y no tener que tirar de archivo.
Pero para todo esto, de momento
cabeza y paciencia. Cuidaos.
¡Sed felices!