Improvisadores, ya estoy aquí. Os lo prometí
y lo prometido es deuda. ¿Cómo se os presenta la Semana Santa? Sea como sea,
espero que no os llueva mucho. Aunque no tiene pinta.
¿Qué vengo a contaros hoy? En realidad poca
cosa, pero es una hora tonta que ya ni puedo hacer siesta ni me apetece hacer
otra cosa y me he dicho a mí misma “María, ¿por qué no escribes un rato sin ningún
sentido ni objetivo?” Y eso hago. Estamos a día 1 de abril si mi calendario no
falla y llevo desde el lunes intentando hacer algo de provecho. Y con eso me
refiero a arrancar mi segundo trabajo de fin de máster. No lo entendáis mal, no
lo tengo que repetir, este es de otro máster. Que aquí donde me veis diciendo tonterías
día sí día también, soy más lista de lo que parece. Preguntadles a mis amigos
si sé o no sé jugar al trivial. Pues eso. No sé si os lo llegué a decir, pero
el 30 de enero acabé oficialmente el máster de Barcelona que estaba haciendo,
así que ya podéis hablarme con un poco de respeto. Y ahora pues a por la recta
final del máster de profesora de secundaria.
Sí, profesora de secundaria. Esa profesión de
la que yo no estaba muy segura al empezar el máster. Esa profesión de la que
ahora me dicen “pero, ¿tu estas segura?” y les contesto que sí. Secundaria, allí
donde mi amiga maestra de primaria no se metería “ni loca”. Suena como si te jugases
el cuello cada día, ¿no? Ni el último superviviente. En realidad creo que no es
para tanto. O puede que yo no esté bien de la cabeza. Que no lo descarto.
Obviamente no siempre es igual, pero a mí los
dos meses que he estado de prácticas me han sabido a poco. A poquísimo. Y lo
gracioso es que cuando me tocó coger la plaza en Rafelbunyol pensé “¿Más lejos
no podía tocarme ir? Menudo madrugón”. Y luego los días que entraba a las 11 me
mosqueaba porque no estaba aprovechando el día. Imaginaos. Que entraba a las 11
y me levantaba a las 9. Llegaba pronto siempre porque al final se me trastocó
el sueño y me despertaba a las 7 de la mañana un sábado pensando que llegaba
tarde. Quizá sea verdad que el problema mental lo tengo yo.
El caso es que llegué allí y vi las cámaras de
seguridad y todo y pensé: en mi instituto la valla era más alta, pero no teníamos
cámaras de seguridad, ¿Dónde me han mandado? Pero que va, nada más lejos de la
realidad.
La verdad es que lo primero que tuve que
hacer fue elegir cuál de las dos profesoras de sociales quería de tutora. Pensadlo,
es difícil elegir si no sabes cómo son. Pero creo que elegí más que de
maravilla. Así que allí estaba el primer día de prácticas sin saber ni en que
silla sentarme. ¿En última fila? ¿Mejor delante? Es una decisión difícil. Al final
acabé en una silla en la mesa de la profesora. O en la silla de la profesora. Primer
problema superado.
La verdad es que había profesores que me decían
que estaban cansados o que luego no echas de menos a los alumnos. Imagino que
tienen razón, pero yo me lo pasaba tan bien. Pero TAN bien. No sabéis cuánto. Estoy
hablando de tener que aguantarme la risa por algo que han dicho pero no viene a
cuento y no puedes reírte. Tienen unas salidas y unos comentarios demasiado auténticos.
Creo que algunos no tienen ni filtro mental. Y luego enseguida captas los
grupitos y su sitio en el patio. Esas son cosas que nunca cambian.
Y luego riñes a alguno y discutes. Y en
realidad posiblemente de normal no le reñirías por eso, pero estas de profesora
y tienes que hacer algo. Diferenciar cuando estas en modo profesora y cuando
no. Y luego piensas: ¿me habré pasado? Pero es el papel que te toca. Muchas veces
en el fondo sabes que no son malos chavales, pero tienen una imagen que
mantener delante de los amigos. Jolín, que no hace tanto tiempo que yo estaba
en el instituto. Aunque nunca en el modo pasota y toca narices. Eso podéis
preguntarle a cualquiera. Yo siempre he sido más del modo repelente. Un ejemplo
para ilustrarlo. Mis padres siempre cuentan que yo tardé mucho en hablar,
muchísimo. Hasta los 15 meses no me arranqué (y no he parado desde entonces) y
cuentan que un día estábamos paseando por la playa, creo que por La Pobla de
Farnals o por ahí y nos cruzamos con una niña que llamaba a un perro “guau guau”.
Bien, ahí veis a una María de 2 años que dice: mamá, si es un perro ¿Por qué lo
llama “guau guau”?.
Así soy yo, amigos. Puro amor.
Luego ya pasé a la universidad y bueno, hemos
ido a la biblioteca a por libros y a estudiar y eso. Pero posiblemente muchas
menos horas que a la cafetería. Pero bueno, eso es algo que viene intrínseco con
la universidad, ¿no? Tan mal no lo haría cuando acabé la carrera y ya voy por
el segundo máster. Perdón, eso ya es echarme flores por el puro placer de
leerlo.
En definitiva, que no he estado mucho por aquí
porque estaba disfrutando como una enana en las prácticas del instituto. Si es
que hasta las echo de menos. A las prácticas digo. Bueno, a los alumnos un poco
también. En el fondo se hacen querer.
Así que sí, podría decir que estoy segura de meterme ahí.
¡Sed felices!
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