Improvisadores, he estado visitando a Nur en Noruega y aquí os dejo la primera parte del viaje. Hoy: Valencia - Molde.
Por la noche no podía dormir de los nervios, así
que a las 5 de la mañana y sin apenas haber dormido 4h me levanté y me fui zombi
a desayunar.
Últimas cosas en la maleta y a las 5:50 el
taxi ya nos esperaba. Nos tocó un taxista simpático, de esos que te dan
conversación de la buena. Al llegar a la estación del tren mi padre se dio
cuenta de que solo llevaba 2 billetes. Adivinad a quien le faltaba el billete.
Exacto, a mí. Pero por una vez tengo que admitir que las tecnologías son
útiles. Renfe me había enviado un SMS con un enlace donde descargar un código y
con eso es como si fuese un billete en papel. Nos aposentamos en nuestros
asientos y al lado se sentaron tres coreano. Era gracioso verlos porque
hablaban rápido pero comían y bebían realmente lento. Creo que esa botella de Coca-Cola
les durará hasta Seúl. En una de las paradas del tren subió un matrimonio con
su hijo y resulta que uno de los coreanos ocupaba su sitio. Eso también fue
gracioso de ver, un coreano intentando entenderse con un sudamericano que no
hablaba más que castellano. ¿Dónde ha acabado el coreano? A mi lado. A eso de
las 7 nos fuimos a desayunar al vagón cafetería y al volver había perdido a mis
padres en algún punto del pasillo y el coreano empezó a hablarme en inglés con
un acento muy difícil. Mis padres volvieron y me convertí en la intérprete. Y
así hasta casi las 10 que llegamos a Barcelona. La verdad es que el coreano me
preguntó por todos los temas posibles: si siempre se mata al toro (no me
preguntéis porqué me preguntó eso porque no lo sé); que se hace con la carne de
toro; si curan al toro después de las banderillas; si hay mucha corrupción en
España; los problemas sanitarios; si dormimos mucho; si no nos morimos de
hambre al cenar tan tarde; a qué hora empieza la jornada laboral; el jamón; y
casi puso a dieta a mi padre y le dio la risa cuando mi madre le dijo que mi
padre había perdido peso.
La verdad es que el tema del jamón le marcó
de por vida. Cuando se enteró que el jamón no está cocinado creo que casi le
dio un ataque. No paraba de repetir que el cerdo crudo es peligroso y que
contiene bacterias. Nos preguntó que si comíamos mucho jamón. Estaba preocupado
porque él había comido el día anterior y le dije: nosotros hemos comido y
seguimos vivos. Y me contesta: sí, estáis vivos pero tendréis bacterias en el
cerebro. Total, que al llegar a Barcelona acabé con la tarjeta de visita de un médico
de Corea del Sur. Si alguna vez vais y os pasa algo me avisáis.
Al llegar a la estación fuimos a por el
cercanías para ir al aeropuerto. Muchos aviones y todo lo que tú quieras, pero
la combinación para ir da asco. Llegamos allí y facturé mi maleta. Nos fuimos a
tomar una Coca-Cola, pero a mí me estaba dando un ataquito y acabé tomándome un
Valium. Yo era más partidaria de un tequila, pero no se puede contradecir a una
madre. Pasado el control, me di cuenta de que soy más rápida poniéndome las
botas después de los controles. Esperé un rato y enseguida salió mi puerta de
embarque. Allí estaba yo en la cola rodeada de noruegos y en el túnel para
embarcar conocí a una pareja curiosa con una niña monísima. Ella es de Chile y
él de Castellón, pero viven en Noruega. Hacía dos días que habían vuelto de
Chile, eso sí es hacer puntos de vuelo.
Ya en mi asiento me tocó al lado a una madre
y a su hija. Menos mal que la hija hablaba inglés, porque la megafonía del
avión daba mucho asco. Al tardar en salir de Barcelona, llegamos más tarde de lo
previsto. Después de casi morir de vieja esperando mi maleta, me quedé enfrente
de la puerta de salida. Había dos opciones “Nada que declarar” en verde y
“Objetos que declarar” en rojo. Llamarme loca, pero creo que en cuestión de
aduanas es mejor evitar el rojo.
Cruzada la aduana, resulta que la facturación
en Oslo se hace con una máquina. Como no tenía ni idea de cómo hacerlo, he
tenido que pedir ayuda a una de las trabajadoras del aeropuerto. Volví a pasar
el control de seguridad y cambié euros por coronas. Esto me hizo valorar lo cómodo
que es ir con el euro a todas partes. De todas formas, aun tenía que
acostumbrarme a las coronas noruegas y no poner cara de susto cuando por un
cruasán y una botella de agua me cobren 63. Si fuesen 63€ le estampaba el agua
en la cabeza.
A las 19:15 salió en el panel la puerta de
embarque de mi vuelo Oslo – Molde. Resulta que la puerta estaba en la otra
punta del aeropuerto y casi me equivoco y me meto en la cola que no era. Pero
no pasó nada porque son tan previsores que pusieron la puerta de embarque a las
19:15 y la abrieron a las 20:40. Después de esperar una hora y media puedo
deciros que los noruegos son muy silenciosos. No hablaban entre ellos ni los
que iban juntos en grupo. Y también puedo deciros que cuando te miran lo hacen
directamente, nada de disimulo.
Cuando subí al avión resultó que una pareja
ocupaba mi sitio porque habían puesto entre los dos una bolsa llena de zapatos.
¿En serio? ¿No tenéis una maleta? Total, que después de conseguir dejar mi
maleta (porque también habían ocupado mi huevo en el portaequipajes) me
senté dispuesta a soportar otro viaje en
avión. Después de despegar estaba tan cansada que me dormí. Como lo leéis, me
dormí en el avión.
Me desperté a tiempo para ver el mini
aeropuerto de Molde. Tras un aterrizaje horrible, bajé corriendo del avión
porque allí sabía que me esperaba Nur. Entré en una mini sala con dos mini
cintas para maletas y allí estaba Nur con Ali y Marta. Después de un
superabrazo, de conseguir no llorar y de saludar a Ali y Marta, recogí mi
maleta llena de 22kg de cosas para Nur y nos sentamos dentro del aeropuerto.
Después nos fuimos en busca del autobús que
cuesta 30 coronas (3.9€) y por fin llegamos a la residencia, cenamos, pusimos
el colchón extra en la habitación de Nur y nos fuimos a dormir. Estaba viajando
desde las 6 de la mañana. Creo que me lo merecía.
¡Sed felices!
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