Improvisadores, hace como
un siglo o dos que no me paso por aquí. Lo sé. He estado liada y muy ocupada y
al final no hay tiempo para todo. Pero creo que hoy es un buen día para
escribir un rato. Para mi o para vosotros, eso ya no sé.
En realidad, no sé qué
contaros. Estoy trabajando en el comedor de un colegio y me encanta. Me lo paso
de miedo con los alumnos. Tiene sus cosas, como todos los trabajos, pero me
encanta. Aunque me destroce los sueños de fin de semana por que me despierto
pronto sin despertador. No porque entre pronto a trabajar, pero tengo cosas que
hacer antes de ir. Pero qué ganas de que llegue el frío. Porque este calor que
no se acaba me va a volver loca. Más (si es que eso es posible). Pero al final
entre el comedor, gimnasio y todo lo que hay que hacer es un machaque físico, pero
sobre todo mental. De hecho, hoy he llegado a mi casa y me he pasado la tarde
en la cama viendo series y algún que otro video lacrimógeno de YouTube. Creo
que necesito vacaciones. Pero no pasa nada, mañana vuelta al comedor, y lo que
me rio yo con los de secundaria. Porque los microbios de los de 3 años ya lo
pillé la primera semana, y no los quiero más. Gracias.
La verdad es que en poco
más de un mes tengo planeado una escapada a Londres, así que ahí puede que haya
jugo para volver por aquí. Además, justo hoy he perdido en el patio del colegio
uno de los pendientes que me compré allí, así que toca reponer. ¡Ah! Y mi
hermana ha comprado entradas para el parque de Harry Potter para diciembre.
¿Puede ser más genial? ¡De eso seguro que os cuento algo!
Y bueno, en verdad poca
cosa que contaros para poneros al día. Un verano genial, sin viajes muy largos,
pero con días fuera y visitas. Y me fui a Francia de sábado a lunes. Iba a irme
en tren, pero mi padre me dijo “pues ya te llevo yo”. Y así fue. Qué se le va a
hacer. También pasé cuatro días en Port Aventura con Nur y con los peques que
cuidamos. Y con coche en el desguace incluido, una lástima. Y una anécdota más.
Sobre todo, cuando te dicen que el coche está en el taller y el taller está
cerrado por vacaciones y piensas: ¿Dónde habéis metido el coche? Fiestas de
pueblos, que eso no puede faltar nunca, con mayor o menos éxito, pero siempre
geniales.
Y además he tenido la
inmensa suerte de encontrar personas que, recordando el post anterior, son
personas – casa. Nuevas casas quizá, pero gente muy grande. En las malas, en
las buenas y en las aún más buenas. Con las que no te sientes juzgada sobre
nada que hagas o digas. Y eso, improvisadores, vale más que el oro. Y la verdad
es que lo agradezco, porque de mis amigos cada vez quedamos menos en Valencia y
los que quedamos nos vemos poco por circunstancias de la vida. Menos para ir a
la feria del vermut. Ahora en serio, quizá las personas – casa son esas
personas que te dicen las cosas por tu bien, aunque puede que te sienten mal,
pero que en el fondo sabes que te están entendiendo. A veces mejor que tú
misma, ¿no Gem? Y las nuevas personas – casa son de lo mejor. Y en esos días difíciles
en el trabajo o donde sea saber que están ahí, más de acuerdo o menos, ayuda.
No voy a mentiros, la verdad
es que no escribo desde febrero de este año. Pero la verdad es que muchas veces
el blog era o contar viajes o desahogarme en un mal momento. El post de febrero
era morriña pura y dura por mis chicas, a las que voy a ver en poco más de un
mes cuando nos juntemos las 5 por fin. Y hoy, la verdad es que es el cumulo de
un par de semanas malas. Regulares, mejor. Dicen que escribir ayuda, que es
como terapéutico. Y parece una tontería. Pero cuando llevas un tiempo sin
escribir, entonces te das cuenta de que falla algo. O, mejor dicho, que falta
algo. Y es el ordenar las ideas. No digo que tenga que ser en un blog, puede
ser en una servilleta, yo que se. Y hoy necesitaba esto, por mí misma. Solo deciros
que me acabo de emocionar yo sola leyendo el post anterior de personas – casa. ¿Por
qué soy tan moñas? Os prometo que yo antes no lloraba ni a la de tres.
Que ganas tengo que volar
(sí, yo he dicho eso, la del pánico a los aviones) a Londres y abrazar a las 4 Señoras
a la vez. Y quedar con Laura, aunque sea a corregir sus exámenes mientras
tomamos un café. Y de los almuerzos de burdéganos que hacen que me ría todo el
rato. Dicen que cuando tienes un mal día (o días) lo mejor es enfocarte en las
cosas buenas que tienes en la vida. Pues yo no sé qué he hecho para merecer
tanta gente buena. Y no me va a tocar la lotería nunca porque con la madre que
me parió ya me tocó hace 26 años. Que tiene aguante y paciencia la pobre mujer. Y mi padre que se está sacando un master del universo en mediación madre - hija.
Y, por último, no penséis que
no he escrito desde febrero nada de nada. La historia de Mati ya está acabada y
lista para que la lea Nur al completo.
Para despedirme os dejo esta canción de Ed Sheeran que, no sé por que, siempre me recuerda a mis personas - casa.
¡Sed Felices!